El silencio es sagrado. {Lily Weasly}

Aún era temprano, prácticamente de noche en el exterior cuando el joven de la casa Slytherin se deslizaba por los pasillos de forma silenciosa. El lugar, por supuesto, aún estaba desierto. Sabía que no había muchos alumnos tan madrugadores, lo cual le procuraba tranquilidad en el Gran Comedor mientras estudiaba, al menos hasta que llegase alguien más. Con su libro de Defensa Contra las Artes Oscuras en las manos, se dirigió a un paso lento hacia el Gran Salón, entrando por las puertas entreabiertas. Dirigió una mirada a la estancia, tal y como había pensado, casi vacío. Ni siquiera había profesores. Mejor para él.

Caminó hacia la mesa de la casa Slytherin, metido en sus pensamientos, pues mientras hacía el recorrido ya había comenzado a repasar la lección de la que luego tendría que escribir una redacción y, con suerte, practicar hechizos nuevos, o sencillamente repasar los ya dados, le daba igual con tal de hacer algo de práctica.

Sin embargo, su trayecto se vio rápidamente cortado cuando chocó con alguien. Una chica para ser exactos. La mirada del joven paseó sobre la otra, fijándose vagamente en la ropa con todos escarlata y dorados. Una Gryffindor. Indiferente ante el hecho, siguió caminando sin molestarse en disculparse. No veía razón alguna para ello. Además, era demasiado temprano, podría sencillamente tomarse como que estaba demasiado dormido como para hablar en vez de que sencillamente no tenía ganas de ser educado con una persona, especialmente cuando había altas posibilidades de que ni siquiera fuera un sangre pura.

Eso sí, tomó nota mentalmente: lo mejor era no andar tan despistado o acabaría teniendo verdaderos problemas con alguien si la próxima vez, alguno caía o algo peor.

La pelirroja iba por los pasillos con paso lento y perezoso, no era madrugadora y no le gustaba hacerlo, pero ésta vez las circunstancias la habían vencido, necesitaba estudiar, las últimas clases no había estado prestando atención en general y se estaba atrasando, cosa que no le gustaba en absoluto. Caminaba por los pasillos e intentaba hacer malabares con todos sus libros para que no se le cayera ninguno, cuando entró al Gran Comedor iba tan concentrada en ello que sin previo aviso terminó chocando contra un cuerpo, al girarse pudo darse cuenta de que era un Slytherin, no se fijo mucho más en él y cuando iba a disculparse el chico siguió de largo, como si nada. No era uno de los mejores momentos de la pequeña Weasley, estaba de bastante mal humor, lo cuál, aunque extraño en ella, era peligroso, sumado a ello, tenía sueño y hambre, cosas que no son una buena combinación en ella. Frunció el ceño y se dispuso a seguir al chico, ahora sí, con paso acelerado, cuando llego a su lado le tocó el hombro y se cruzó de brazos
-Te crees tan importante que ni siquiera pides disculpas? Musitó bastante enojada y con mirada fiera, su rostro había perdido su característica sonrisa y tenía el ceño fruncido.

El joven se paró en seco cuando notó que le tocaban el hombro. Realmente aquello le había sorprendido. Parecía haberse equivocado de todas a todas con eso de no pedir perdón, aunque, ahora que lo pensaba, era algo bastante normal. Seguía sin comprender por qué a la gente le molestaba. Miró a la chica largamente, dejando que el silencio se instaurase entre ambos cuando habló. ¿Se creía importante? Bueno, realmente no solo lo creía. Sabía que lo era.

Desvió su mirada hacia los libros de ella y luego suspiró. Parecía que estaban en una situación vagamente similar. Además, no tenía sentido seguir molestándose con ello. ¿No? Carraspeó suavemente con la intención de aclararse la voz.

-No... disculpe usted, señorita. -Replicó el Slytherin, aunque en su tono de voz no había ninguna muestra de arrepentimiento o deseos de perdón como cabría esperar, solo se reflejaba un vano deseo de que le dejasen en paz y no le dieran mayor dolor de cabeza del que ya tenía.- No volverá a suceder, se lo aseguro. -Añadió por si acaso, esperando que fuera suficiente para que le dejase ir.

Miró al Slytherin y vio como éste la estudiaba con la mirada. Al escuchar sus palabras su fastidio incrementó, odiaba que le mintieran y la mirada altanera y despectiva del chico no hacía más que empeorar las cosa. Rodó los ojos hacia arriba y bufó, típico Slytherin.

-Pues no parece que estuvieras arrepentido- Volvió a hablar después de aclararse la garganta, y cambió su peso de una pierna a la otra, el brazo se le estaba empezando a cansar por el peso de los libros y ya empezaba a sentir el cosquilleo de cuando alguna extremidad se acalambra, pero no iba a parar hasta recibir una respuesta sincera del chico, no era de las que se daban por vencidas y menos de las que se dejaban pasar por encima, aunque por una vez... tal vez podría... pensó en la cantidad de cosas que tenía que repasar y miró el montón de libros, cuadernos y apuntes que estaba en su brazo, pero no, era lo suficientemente orgullosa como para que ni siquiera eso la distrajera  del Slytherin mal educado y egocéntrico que tenía delante.

El chico casi dejó los ojos en blanco al escuchar sus palabras. Casi. Verdaderamente aquella chica era un grandioso grano en el culo. Pero le habían enseñado dos cosas principalmente: Primero, que las emociones negativas hacia los demás no se debían mostrar; y segundo, que debía ser amable con las mujeres. Y aunque eso último no le hiciera especial ilusión, él no iba a contradecir una orden directa de su abuelo.

Así pues, se limitó a carraspear ligeramente y se preparó para su actuación. Su gesto, lentamente, se dulcificó un poco. Se relajó un tanto, al menos aparentemente y una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios. Parecía una persona totalmente normal.

-Disculpa entonces, señorita Weasley. -Dijo nuevamente en un tono suave, con algo más de entonación que denotaba culpa. ¿Cómo sabía que era una Weasley? Bueno, resultaba obvio para él pues alguna vez se la había encontrado y él nunca olvidaba nada.- Y, ahora, si a usted no le importa, debo estudiar. -Añadió tranquilamente.

Tras esto, se limitó a esperar pacientemente a que la chica le diera el permiso para retirarse con sus libros y poder volver a su inexpresividad usual.