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En las mazmorras ---Salazar

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Helga Hufflepuff
En las mazmorras ---Salazar

Mensaje por Helga Hufflepuff Miér Dic 04, 2013 12:47 am

No se veía en el cielo ni una sola estrella cuando Helga salió del aula de herbología. La joven bruja se había detenido en medio de la nieve para observar el cielo. Ella no conocía mucho acerca de astronomía (jamás había sido su fuerte, como Rowena) sin embargo, le gustaba pararse a ver las estrellas de vez en cuando. El firmamento estaba grisáceo y el frío que había en el ambiente le aseguraba que en la madrugada, habría una gran tormenta de nieve. Helga negó la cabeza. ¡Cómo detestaba el invierno!

Hacían un par de horas atrás que Godric se había marchado. No estaba segura a donde se había ido su mejor amigo, pero imaginó que quizás estaba en la sala común de Gryffindor, o buscando a Rowena. Helga sonrió ante su pensamiento. Rowena y Godric... Helga, desde hacía mucho, sabía que Godric estaba locamente enamorada de la bruja, sin embargo, ella fingía desconocerlo. La joven bruja era muy buena observadora, y también era lo suficientemente avispada como para saber cuando algo estaba ocurriendo entre sus seres queridos. Ella sólo esperaba que ninguno de sus amigos saliera con el corazón roto. Nada la devastaría más que eso...

Llevando entre sus manos una canasta de acónitos, Helga cruzó los extensos jardines. Sus manos temblaban por el frío y sus labios estaban ligeramente purpuras por las fuertes ráfagas de viento. La tormenta pronto estaría allí y no le parecía buena idea quedarse más tiempo de lo debido afuera, por ello, apresuró su paso y literalmente corrió por los escalones de la entrada. Con un movimiento de su varita abrió las puertas del colegio, y luego de entrar las cerró. Tan pronto sintió la cálida temperatura del interior de Hogwarts, Helga suspiró. ¿Ya había dicho que detestaba el invierno?

La joven bruja observó los acónitos en la canasta. Le había sido extremadamente difícil conseguirlos en medio del invierno, pero por suerte, había logrado convencer al propietario de la botánica de Hogsmeade para que se los vendiera. Helga tuvo que recurrir a medidas un tanto... drásticas. El propietario siempre había mostrado cierto interés en ella, así que la bruja se vio en la obligación de sonreír más de costumbre y pagarle casi veinte galeones por las plantas, que comúnmente costaban unos cinco.  Había salido perdiendo, por supuesto —y no sólo dinero, sino que se había sentido extremadamente incómoda con las actitudes del propietario— sin embargo, ella no se arrepentía. Sabía cuan importante eran los acónitos para las clases de Salazar, y si ella podía ayudarle en conseguirlos, no tenía problemas.

Dudó unos instantes si debía llevarle los acónitos en ese momento o a la mañana siguiente, pero decidió que lo mejor era hacerlo desde ya. Las mazmorras eran más cálidas para ellas, además, imaginó que Salazar las guardaría en el aula de pociones para sus próximas clases. Helga caminó hasta la entrada de las mazmorras, y respiró hondo. Las mazmorras siempre le había parecido demasiado oscuras, húmedas... y a decir verdad, le daban cierto miedo. Ella no comprendía como Salazar se había acostumbrado a ellas. A Helga le provocaba ansiedad e incluso le robaba el aliento lo encerradas y oscuras que eran. No habían ventanas por donde los rayos del sol se colaran, sino que todo el largo corredor estaba iluminado por antorchas. En todo el camino se escuchaba el suave sonido de las gotas de agua al caer al suelo... eso provocaba que su ansiedad se elevara más de lo que ya estaba.

Suspiró cuando llegó a la entrada del aula de pociones, la que estaba cerrada. Tocó a la puerta dos veces, pero nadie respondió. Extrañada, abrió la puerta y asomó su cabeza al interior. Las antorchas estaban encendidas y a lo lejos habían varios calderos puestos en el fuego. El olor a pociones —Helga no estaba segura si era esencia de díctamo o filtro de muertos en vida— la hizo arrugar la nariz. Con cierta duda, entró al aula y colocó la canasta en una de las mesas. —Salazar, ¿estás aquí?— llamó, mirando hacia el lado derecho del aula a ver si lo encontraba. Era un aula grande —el más grande después del de Defensa Contra las Artes Oscuras— y estaba repleto de largos atriles repletos de pociones en envases de cristal. Los colores de todas ellas creaban el efecto de un mosaico que se iluminaba por las antorchas. Helga nunca se había detenido a verlo, y ahora que lo hacía se percataba de que era un efecto hermoso, que le quitaba un poco —muy poco, de hecho— del aspecto tenebroso de las mazmorras.
Helga Hufflepuff
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Salazar Slytherin
Re: En las mazmorras ---Salazar

Mensaje por Salazar Slytherin Vie Dic 06, 2013 5:51 pm

Había perdido la noción del tiempo. Salazar continuaba con sus investigaciones y sus cavilaciones encerrado en las mazmorras del castillo. Entre aquellas tinieblas y el sonido de los frascos de cristal donde encerraba sus creaciones, el hechicero se encontraba más confortable que con la mayoría de los mortales con los que debía rodearse. Vertió el polvo de escarabajo al caldero y entornó los ojos apuntando en su libro ajado, el color al que tornaba la mezcla, con un suspiro de admiración. 

De momento todo iba conforme a lo que pensaba, y ello lo deleitaba. Dio un giro al reloj de arena para calcular el tiempo exacto de cocción, y se marchó unos instantes, en búsqueda de algo con lo que pudiese atar las anchas y largas mangas de su túnica, harto de tener que frenarse cada vez que éstas decidían cubrirle las manos. Encontró una cinta negra, un lazo que seguramente pertenecería a alguna alumna despistada, y lo rasgó para poder utilizarlo en ambos brazos. Suspiró, cerrando los ojos y disfrutando del sonido borboteante de la poción en plena realización. Era de lo más relajante por qué no decirlo.

Se pasó una mano por los ojos, sintiendo entonces el peso de las largas horas sin descanso en su cuerpo y sacudió la cabeza, obligándose a volver a sus quehaceres: debía comprobar la temperatura exacta del fuego. Salazar no podía permitirse un desliz como aquellos mocosos de primero con afición oculta de hacer estallar calderos de peltre. Sobre todo los Gryffindors: ellos solían ser los más negados.

Exactamente igual que el propio Godric Gryffindor: qué irónico.

Sacudió la varita para avivar el fuego del caldero y tomó asiento, repasando sus notas sobre si debería añadir algo más en el tiempo que le quedaba. Parecía que no. Lo que faltaba se añadía al segundo periodo de cocción, así que durante los siguientes quince minutos podía relajarse. Pasó un pañuelo por su frente, inspirando hondo, y echó una ojeada al reloj de arena por última vez antes de retirarse a su despacho.

Tomó aire de nuevo, encajando tras él. El ambiente del aula de pociones se estaba volviendo un poco irrespirable incluso para él… aunque solo se debiese a la presencia del fuego y el olor a quemado que flotaba en el aire. Sabía que debía superar aquella fobia, pero era algo que le superaba con creces y no podía evitarlo, sinceramente…

De reojo, echó un vistazo al cuadro de los Slytherin que decoraba una de las paredes del despacho, acercándose minutos después para acariciar su marco y analizarlo más de cerca. Una época feliz sin duda… Una vez más, Salazar se preguntó por qué la muerte le había dejado continuar y no llevárselo como al resto de los suyos, y una vez más, a pesar de su extraordinaria inteligencia, el hechicero fue incapaz de encontrar la respuesta. ¿Cuánto tiempo más aquella pregunta quedaría flotando en su cabeza...? ¿La Muerte cuando viniese a recoger su maltrecho cuerpo en algún futuro día le explicaría por qué...?

Y lo peor era que él sabía que nunca conocería tal respuesta, y para un mago que ansiaba el conocimiento tanto como él, aquel era un castigo peor que la propia muerte.

Escuchó la puerta del aula abrirse y frunció el ceño, alerta. No recordaba haber dado citación a nadie, y menos a aquellas horas que era las que él utilizaba para la creación de sus pociones. Apartó la visión del cuadro y salió de nuevo a la sala anterior, sintiendo que el corazón le daba un vuelco al ver a Helga Hufflepuff en la sala. Sus mejillas parecieron arder durante unos instantes, pero logró apagarlas cuando vio que la bruja no se fijó en su figura bañada en la sombra, sino que se dirigía a la derecha del aula, en su busca. Allí se encontraba su último trabajo en proceso de cocción...

-Me hallo aquí, Helga... -surgió como quien decía, de las tinieblas de la sala, únicamente iluminada por los frascos de pociones situados en las estanterías-. Fui a atender unos asuntos en mi despacho... mientras mi pequeño proyecto continuaba cociéndose.

Le besó la mano de forma galante, mostrando sus buenos modales y se colocó junto a ella, mirando en el reloj de arena que era tiempo de continuar con su trabajo. Removió dos veces sentido agujas del reloj y se disculpó mientras alcanzaba una estantería cercana, vertiendo seis gotas exactas de rocío que había recogido aquella misma mañana en las inmediaciones del castillo.
Acto seguido volvió a girar el reloj de arena, volviendo a remover la poción, la cual empezaba a tornarse de color caramelo y despedía un suave olor a tierra húmeda. Según los cálculos de Slytherin, ya quedaba poco.

-Lamento haberte interrumpido, pero necesitaba atender a esto... -suspiró, alzando la mirada nuevamente a ella-. ¿Qué ocurre...? No esperaba tu visita.
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Helga Hufflepuff
Re: En las mazmorras ---Salazar

Mensaje por Helga Hufflepuff Dom Dic 08, 2013 3:43 am

La vista de Helga paso de estar enfocada en los cientos de frascos de pociones de los atriles a un caldero que estaba en medio de un proceso de cocción. La joven bruja hubiera mentido si hubiera dicho que conocía la poción que se estaba realizando. Salazar era un genio en la creación de nuevas mezclas, venenos y muchísimas otras cosas de las que Helga, con gran pesar, reconocía no saber. Ella no poseía la inteligencia de Rowena ni la astucia de Salazar para crear nuevas cosas de la nada, sin embargo, ella se sentía orgullosa de ser quien era, aún cuando en ocasiones se sentía fuera de lugar por no ser tan hábil, inteligente o valiente como sus otros tres amigos.

La varonil voz de Salazar la sorprendió. Helga giró sobre sus talones y embozó una suave sonrisa al ver al joven mago salir de las tinieblas. Él podía asustar a muchos por su forma de ser, sin embargo, ella nunca había sentido miedo de estar a su lado, todo lo contrario. El aura de Slytherin era relajante para ella; por una extraña razón Helga se sentía cómoda hablando con él. Incluso el simple hecho de detenerse a su lado sin hablar le era natural. Ella desconocía si era una emoción compartida —Salazar era todo un acertijo para ella en cuanto a emociones se trataba— pero esos eran sus sentimientos para con él.

—Desearía tener esa dedicación tuya— suspiró ella, observando la poción. Slytherin y Ravenclaw eran personas dedicadas a sus estudios y la magia. Ella, al igual que Godric... ellos no eran tan dedicados. Helga adoraba las plantas y en ocasiones se encontraba a sí misma buscando nuevos usos, sin embargo, no tenía una dedicación especial para con ellas. Claro, no era por falta de motivos, sino por falta de tiempo. Entre sus clases, las cocinas, vigilar a los más pequeños —ella era la figura más cálida entre los fundadores y los chiquillos siempre recorrían a ella cuando se sentían tristes— y atender el pabellón de enfermería a duras penas le dejaba tiempo para dormir, comer y hacer galletas para Godric.

Sus mejillas se tiñeron ligeramente rosadas cuando Salazar besó su mano. Él era una de las personas más educadas que ella había conocido. No era para más que su figura fuera —literalmente— venerada entre las familias más ponientes del mundo mágico. Por supuesto, no sólo era su educación, sino otras cosas que Helga prefería ignorar. Él se disculpó y Helga murmuró un "no hay problemas" mientras seguía sus movimientos con su vista. La forma tan elegante y hábil con la que Salazar se movía le sorprendía. No se turbó en ninguno de sus pasos, tampoco pareció sentirse inseguro de que alguno de sus pasos fuera a estar equivocado. Helga no dudo en sentir admiración hacía su seguridad e inteligencia. Cambió su mirada cuando sintió sus mejillas arder y cuando su cerebro le gritó que lo hiciera porque se estaba comportando de forma indiscreta y mal educada.

El suave olor a tierra húmeda que expedía la poción le hizo recordar su niñez en los valles alemanes, a su familia y a todas las travesuras que había realizado con sus vecinos. Recordó cuando corría descalza luego de que la lluvia humedeciera todos los terrenos... sintiendo las suave brisa mover sus cabellos y acariciar su piel con suavidad. A Helga le sorprendió el cómo un aroma podía tener tanta fuerza sobre sus recuerdos... era sencillamente increíble. Salazar se disculpó y ella sonrió con amabilidad. —No hay problema, Sal... después de todo fui yo quien te interrumpió— musitó con voz suave —¿Puedo saber de que se trata este nuevo proyecto?— preguntó con cierta timidez, ladeando la cabeza y observando el color caramelo de la poción. —No creo haber visto una de estas en mi vida...— susurró, llevando uno de sus mechones rubios tras de su oreja.

Humedeció sus labios y con un leve movimiento de varita, la canasta de acónitos llegó hasta sus manos. —Encontré estos acónitos y como sé que no se consiguen para estas fechas, supuse que los necesitarías para tus clases.— Helga le extendió la canasta con una cálida sonrisa. Omitió todo el proceso de conseguir las plantas puesto a que entendió que no era necesario. No era como si no hubiera tenido que lidiar con magos... inapropiados en otras ocasiones. —Lamento haberte interrumpido, pero pensé que por este odioso frío, las plantas se marchitarían si se quedaban arriba y... ¿qué tienes en las mangas de tú túnica, Sal?—  preguntó repentinamente al ver dos listones en las mangas de la túnica del mago. Helga frunció el ceño. —¿Te molestan? Yo puedo arreglarlas. Sólo necesito que me des las manos y las arreglaré— Si bien ella no era experta en pociones ni aritmancia, Helga conocía cientos de hechizos para el cuidado del hogar, de los alimentos, de las plantas, de la salud y por supuesto, de las ropas. Extendió sus manos hacia el mago, —Y no aceptaré un no como respuesta— dijo con una pequeña sonrisa, aunque su tono dejaba claro de que no iba a admitir una respuesta diferente. Salazar podía ser un gran mago, igual que Godric, pero nadie —absolutamente nadie— desearía encontrarse con una Helga irritada.
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Salazar Slytherin
Re: En las mazmorras ---Salazar

Mensaje por Salazar Slytherin Sáb Ene 25, 2014 8:05 pm



Las preguntas de la bruja lo desconcertaron unos instantes, ya que se encontraba dirigiendo toda su atención a aquella poción que se traía entre manos. Por ello, no voluntariamente, permaneció unos segundos mirándola fijamente a los ojos, sin parpadear, escudriñando el bello color de sus ojos mientras intentaba recordar la pregunta formulada por la bruja: detestaba repetir las cosas dos veces, así que siempre que podía, era un gusto para él evitarle tal angustia a un compañero suyo.
Y más aún, si era posible, a la señorita Helga Hufflepuff.

—¿Preguntaste acerca de mi trabajo...? -parpadeó, apartando la mirada al fin y lanzando un vistazo al caldero, moviendo la varita con elegancia para que el fuego se mantuviese a la temperatura perfecta-. Me resulta curioso que me preguntes... Godric y tú sois más dados a la acción. Pero me halaga tu curiosidad -sonrió de medio lado, galán. Era extraño ver brujas o hechiceros interesados en el arte de las pociones, la mayoría se contentaba con hacer estúpidos movimientos de varita-. Se trata de un experimento, es normal que no te resulte familiar, si resulta exitosa será de gran alivio para los criadores de dragones y salamandras de fuego: podrá regenerar la piel quemada en cuestión de minutos.

Miró los acónitos en cuanto se acercaron, formando sus labios una "o" con asombro al reconocer la planta. Tenían un aspecto estupendo, era algo que se veía a simple vista ante la mirada experta de Salazar: le encantaban las visitas de Helga, pero disfrutaba de ellas aún más cuando venían acompañadas de regalos de ese tipo, de tantísima utilidad para sus estudios.
¿Alumnos? Sí, bueno, era posible que algunos llegasen a sus manos, aunque él prefería que ellos se buscasen la vida y no tener que actuar como una madre. Tenía intereses más apropiados para aquellas plantas que las manos adolescentes (o las manos de un alumno de Godric).

Escuchó con vaga atención las primeras frases de la bruja, con un suave eco en su cabeza, aunque recobró la total atención cuando hizo referencia a las mangas de su túnica. Hizo un gesto con la mano, quitándole importancia ya que se encontraba todo arreglado gracias a su trabajo improvisado. En cualquier caso, no pudo hacer mucho, ya que la mirada y la sonrisa de Helga se impusieron de nuevo, mientras extendía las manos en muestra de ayuda a su compañero.

Salazar se frotó la sien, desabrochando entonces la túnica y entregándosela, quedando entonces con una única capa de ropa que lo obligó a alcanzar su capa, dejada en un rincón de la clase. Esperaba que Helga fuese rápida con su trabajo, la humedad de las mazmorras no sentaba bien a nadie: ni siquiera a él.

—No tendrías ni por qué molestarte... solo son algo más largas de lo normal, solo me incomoda a la hora de trabajar, en realidad -fue murmurando con voz ronca, ajustándose la capa mientras caminaba de un lado a otro de la estancia, sonando sus botas contra el robusto suelo de piedra con algo de impaciencia.

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