Dicen que podría ser peor. {Salazar Slytherin}

El viento del exterior era frío, y era capaz de cortar la respiración si no se salía adecuadamente vestido del calor de los muros del castillo. Por ello, Salazar se ajustó la capa antes de apoyar un pie en el suelo nevado, y se dirigió a través del patio porticado, rodeando la fuente helada hacia los invernaderos del colegio.

Se iba a reunir con uno de sus alumnos en aquellas inmediaciones, a recoger ingredientes que serían necesarios para las clases de las siguientes semanas de los alumnos más aventajados del colegio. Eran para él en realidad, solía dejar a esas edades que ya se buscasen la vida para encontrar los elementos necesarios para las pociones…

Como le había dicho a Rowena alguna que otra vez: él no era la madre de nadie. No pensaba advertirles de cosas tan obvias como era conseguir aguijones de billywing: de todos era conocido que sus asentamientos estaban cercanos al lago del colegio. Si los querían, que fuesen a recogerlos.

Se frotó las manos, alzando la mirada hacia el cielo cubierto de nubes antes de dirigirse al pasillo que conducía a los invernaderos. El invierno en Escocia era duro, de eso no cabía duda a nadie, era un auténtico milagro que los pequeños cultivos de la profesora de Herbología, y su… colega fundadora del colegio sobreviviesen a aquellas peliagudas temperaturas. Vio que la puerta de acceso se encontraba entreabierta, así que supuso que su compañía ya se encontraba en el interior: quién lo diría, no tendría que esperar. Algo agradable, para variar.

Pasó al interior, desajustando su capa y dejándola bien doblada en una de las mesas del alumnado: la única en la que parecía no haber explotado una maceta con una mandrágora a juzgar por los restos de tierra que decoraban las demás mesas. Helga debía de haber salido apresurada para haber dejado aquello sumido en el caos.
Suspiró, negando con la cabeza y se dejó guiar por el único sonido que enturbiaba el silencio, que se trataba de un joven que se ajustaba su bufanda con la insignia de la casa Slytherin. Salazar sonrió de medio lado y se acercó con su sigilo habitual hasta situarse a su lado, haciendo un gesto con la cabeza de manera que llamase la atención del joven.

-Espero que no le hiciese esperar en exceso, señor Person –comentó en tono calmado, aunque no parecía precisamente una disculpa, más bien una formalidad o muestra de buenos modales-. No tengo excusas por mi demora, así que… si no tiene ninguna pregunta me gustaría empezar cuanto antes nuestro trabajo. Seguramente ambos disponemos de cosas más provechosas en las que invertir nuestro tiempo, ¿uhm?

Su mirada sobrevoló unos instantes las mesas y estantes del invernadero mientras esperaba la respuesta de su alumno. Intentaba localizar las plantas de las que necesitaría una muestra: ya había localizado la mandrágora… quizás aquello del fondo, lo cual poseía ciclópeas dimensiones podría ser una hiedra venenosa…

El joven, ya aburrido, había comenzado a juguetear con su bufanda, enrollándola y alisándola, una y otra vez, casi hipnotizado por los movimientos, dejando que el tiempo pasase lentamente. Se le estaba haciendo eterno. Y encima estaba en su mundo. Realmente aquello estaba hecho un desastre, aunque tampoco tenía especial interés en saber lo que había pasado. Se llevó una mano a los labios, pensando en ello. Estaba tan metido en sus pensamientos que apenas se dio cuenta de que el profesor había entrado en la sala.

Tan solo al ver una sombra por el rabillo del ojo, cayó en la cuenta de que ya no estaba solo. Si no hubiera estado esperando a alguien, hubiera sacado la varita y apuntado al extraño, pero esperaba al profesor. A su profesor de pociones. Y aquel tipo solía ser tan sigiloso que aterraba... vaya que si lo hacía. Con el corazón en un puño, movió lentamente la cabeza hacia el otro, reconociendo sus rasgos al instante y soltando el aire que había acumulado durante unos segundos por el susto.

A pesar del susto provocado, el chico siguió con su expresión neutral, con la fina línea que eran sus labios levemente apretadas. Asintió levemente ante las primeras palabras del mayor, no sabía cuánto tiempo había estado esperando, pero no era importante cuando, obviamente, no se iba a disculpar por ello. Finalmente, se encogió de hombros. ¿Cosas provechosas? Prefería no tener que pensar en lo que le esperaba cuando regresase a la Sala Común. Trabajos. Se aguantó la mueca que luchaba por reflejarse en su rostro al pensar en la de cosas que tenía que hacer y que le habían mandado esa misma mañana.
Sí, lo mejor era quitarse aquello de en medio cuanto antes.

Se remangó un poco a pesar del frío, no quería mancharse la túnica con la cantidad de tierras y cualquier cosa extraña que pudiera haber por ahí. Sin embargo, no hizo nada más cuando recordó el motivo de su duda inicial.

-No me dijo qué es lo que tendría que hacer, profesor. -Dijo en un tono suave que apenas dejaba transmitir indiferencia. Y no añadió nada más, no lo veía necesario. Eso sí, paseó su mirada por el lugar, preguntándose hasta que punto se vería metido en un lío al intentar extraer cosas de las plantas que aún quedaban con vida.

Miró a su alumno, recordando entonces que no se trataba con quien había acordado en una primera instancia el encargo así que asintió con la cabeza, pinzándose con gesto cansado el puente de la nariz. Debería entonces que contar nuevamente cuales eran sus planes… cosa que, por qué no decirlo, no era que le apasionase en absoluto…

Sus ojos verdes se mantuvieron un tiempo en Johan, recorriéndolo de arriba a abajo con gesto agotado, al ver que no tenía otra cosa que hacer si deseaba acabar rápidamente con esto:

—Necesito muestras de plantas para las pociones que se realizarán en las clases para las siguientes semanas -atajó-. Había olvidado que usted no era el sujeto a quien había invitado en primer lugar -bufó suavemente, frotándose la sien-. Puede usted analizar la hiedra venenosa del fondo, es cortar un esqueje: evite que le agarre, a pesar de que necesitará trasplantarse dentro de poco tiene fuerza suficiente para provocarle una herida importante

Y no quería que Helga fuese a buscarle o a recriminarle por ir enviándole alumnos heridos a la enfermería: no soportaba la idea de que fuese a tratarle como un niño pequeño. Se consideraba superior y no le gustaba aquel tipo de comportamiento con él... le hacía sentir mariposas en el estómago ver a la fundadora con aquel carácter tan maternal con cualquiera... pero sobre todo con él.
Sacudió la cabeza en un gesto de leve ansiedad. Concentración Salazar, concentración. No podía perder los nervios por una bruja, sobretodo teniendo en cuenta lo que era... una... sangre mestiza.
A saber qué diría su padre ante un comportamiento como ese. Inspiró hondo, pasándose la mano por el pelo y se dirigió a tomar muestras de las mandrágoras: había conseguido unos antiguos escritos de la época romana, de los antiguos hechiceros imperiales, y quería comprobar si algunas de las propiedades que se habían anotado en ellos eran correctas o se trataba de una lista de sandeces.

Como habitualmente era, a decir verdad.
Dejó escapar un suspiro, cogiendo un gorro de los que Helga tenía colocados en el lugar adecuado para trabajar con aquellas plantas incordiosas: el acolchamiento en la zona de las orejas ayudaba a manejarlas sin sufrir un desmayo. Llamó la atención del joven Person y se lo lanzó para que lo cogiese, sin siquiera mirar la reacción del adolescente. Luego, se acomodó el suyo propio, ajustando la zona de los oídos con algo de dificultad:

—Adecuese eso, señor Person. Supongo que lo sabrá si lleva al día las clases de Herbología, pero le advierto de todas formas que si no se lo coloca acabará inconsciente unas horas...