¿Qué es lo que espero? Nada {Libre}

El bar estaba vacío, como siempre, y aunque no era agradable estar en un establecimiento con olor a orina, al final acabas echándolo de menos. O, al menos, eso es lo que parece, si no no entendería el motivo por el cual mis pies habían vuelto a encaminarse a este lugar.

El olor, la gente que entra, la gente que va: atareada, histérica, algunos con los ojos hinchados o enrojecidos por el whisky de fuego (aunque me decantaba más aún que el alcohol hubiese sido un vago intento por solucionar el auténtico problema de los ojos enrojecidos, no sé si me entienden. Si no, es igual)... Sí, sin duda el Cabeza de Puerco dejaba a la vista la oscura fauna salvaje que habitaba en el pueblo de Hogsmeade, que lejos de ser el lugar encantador como los profesores de ese fastuoso colegio creían, resultaba ser bastante sórdido si... uno metía las narices en los lugares adecuados.

Como yo, por ejemplo.
No soy engreído al decir que conocía a todas las personas de aquella población, sin siquiera haberles dirigido la palabra: no me hacía falta, eran increíblemente insulsos. Predecibles. O aburridos. Oh, sí... como me aburría en aquel maldito pueblo.
Solo era capaz de ofrecerme rutina, gente estúpida, y locales con olor a orina: sin duda alguna un lugar encantador... pero al menos algo mejor que estar besándole las botas a mi hermano en el callejón Diagon.

—Esta ha sido tu decisión... así que deja de lamentarte de nuevo —me dije, removiendo el vaso con whisky con expresión taciturna. Seguro que el tabernero se estaba preguntando si en algún momento me animaré a darle un sorbo. Lo dudaba, aunque quien sabe, quizás yo mismo terminase por asombrarme-.

Entrecerré los ojos, comenzando a delinear en la mesa con suaves movimientos del dedo índice, los nuevos núcleos para varitas que estaba comenzando a investigar: desde polvo de leprechaun, hasta cabello de melena de mantícora... Este último estaba dando buenos resultados en maleficios aturdidores. Como no, si había sido idea mía.
Negué con la cabeza, y acerqué mis labios al vaso con dudosa limpieza en décadas, dando un sorbo. Vaya... había acabado asombrándome yo mismo.

Sí, sin duda me acabaría consumiendo yo mismo si decidía establecerme por mucho tiempo en aquel maldito sitio...