Benditas lechuzas que llevan cartas con rapidez [Artermisa B. Black]

Elizabeth salió de comer satisfecha, en dirección a la Sala Común de Hufflpuff. La comida de Hogwarts era siempre deliciosa, algún día tendría que apañárselas para conseguir alguna receta. Pero por el momento, podía seguir comiendo tres veces al día en el Gran Comedor, así que tampoco era que lo necesitase.  Mientras seguía su camino por los solitarios pasillos, empezó a pensar que era lo siguiente que podía hacer. No tenia exámenes por el momento, así que no había necesidad de visitar la biblioteca. Pensó durante un momento la idea de salir a pasear por los terrenos, pero la desechó rápidamente. Ese día hacía un frío horrible, que acompañado por el fuerte viento hacía que no hiciera el día perfecto para pasear, exactamente. Entonces, recordó que desde hacía una semana que no le mandaba una carta a sus padres.

¿Como estarían? Desde que se enteró de lo que había pasado en Gales estaba aterrorizada. El primer día ni si quiera había conseguido dormir tranquila, y los siguientes, las pesadillas la acecharon. Habían quemado a niños... Había conocido a la joven Hufflepuff, alguna que otra vez la había visto hablando con sus amigas en la Sala Común. Una vez, inclusp la había ayudado con los deberes de Encantamientos. Cada vez que pensaba que nunca mas lo podría hacer, sentía muchísima pena, tanta que no lo podía describir con palabras. Notaba que se le estaba formando un nudo en la garganta, solo de imaginar lo que debieron sufrir. ¿Que sería lo último que pensaron? ¿Sufrieron mucho? Esas preguntas que resonaban en su cabeza mas de lo que quería aceptar. Sacudió rápidamente la cabeza, para sacarse esas idea, y se abrió paso hasta su habitación. Abrió su baúl, y cogió una carta, para inmediatamente después sentarse en el escritorio. Mojó la pluma en la tinta y empezó a escribir.

Lo primero fue explicarles todo lo que le había pasado en la última semana, que tampoco era mucho. Le había que tenido que entregar un trabajo al profesor de Historia de la Magia y había nevado, eso era lo único destable. Después empezó a escribir las típicas preguntas, sin dejar entrever sus nervios. Que si estaban bien, que si estaban seguros, que si había pasado algo especial, que si tenían cuidado... Lo que era normal. En unos diez minutos, el sobre estaba cerrado de manera pulcra, con la carta dentro. Se dirigió a la lechuzeria, con un paso algo rápido.

Abrió las puertas de la estancia y buscó la lechuza familiar con la mirada. Al encontrarla, la cogió con delicadeza, fuera a ser que decidiera picarla. Le ató la carta cuidadosamente a la pata, y se acercó al gran ventanal. Nubes imponentes habían aparecido en el cielo británico. Esperó que no se pusiera a llover, no quería que la carta llegara a sus padres y en ella solo hubiera un enorme borrón. -Vuela rápido pequeña. -Susurró.