Todo por una estúpida caída. ;; Elric Lowell

Maldijo mentalmente al frío, a la nieve, a los arboles, al clima británico y, vamos, a todo lo que se movía. Pero principalmente al frío. El lo único que quería era pasear tranquilamente por los jardines, en el amparo del silencio y la soledad. Pero se veía  que iba a ser imposible. Había estado nevando toda la noche, y ahora todos los terrenos estaban nevado. Y si había una cosa que Elric detestara mas que el frío era la nieve. Te hundías al andar y eso te ralentizaba, cosa que no sería un problema de no ser por el frío. Pero lo peor es que  montoncitos de nieve podían ocultar traicioneras placas de hielo, que hacían que te resbalaras, cayeras y acabaras con todo e uniforme pringado de nieve. Completamente incómodo y asqueroso, sin contar la vergüenza que se pasaba cuando te caías en público.

Pero eso no era lo peor, no. Lo peor era que al hacer tanto frío, todos los alumnos parecían haber decidido quedarse dentro de Hogwarts. Así que aquí también se tendría que olvidar de estar a gusto, con tanto niño correteando, adolescentes hablando y gente practicando hechizos y tirando cosas. Así que Elric no sabía que hacer muy bien. Por un lado tenía el frío y la nieve, por otro, demasiada gente. A quien iba a engañar, prefería el frío y la nieve. Así que empezó a vestirse para salir.  Cuando estaba prácticamente listo, se dio cuenta de que no llevaba los guantes. Echó una mirada rápida a su baúl, pero parecía que ahí no estaban. Eso era extraño; él era un chico que parecía tener una necesidad de dejar las cosas perfectamente en el sitio que les había asignado. No estaba en el armario, ni encima de la cama, ni en la mesilla de noche, ni tampoco en su escritorio. Oyó el ruido se un maullido, y miró a ver de donde venia. Era el gato de su compañero, una odiosa bola rechoncha que no hacía otra cosa que no fuera dormir, comer y soltar pelo. Y ahí se dio cuenta.

Ese ser infernal estaba destrozando sus preciados guantes a base de zarpazos, y parecía disfrutarlo de lo lindo.  Elric puede jurar que jamás había sentido tanto asco por ningún ser que respirara como en ese momento. Miró al gato con odio, se metió las manos en los bolsillos y salió velozmente de la habitación, soltando un sonoro bufido y pensando en las cosas que le haría a ese gato de poder. Pocos minutos después, ya estaba fuera del castillo, sintiendo el gélido viento en su cara. Pero por lo menos, parecía que no había nadie. Y así, sin guantes y maldiciendo aún el gato de su compañero, empezó a andar.  Al cabo de cinco minutos, ya estaba mucho mas tranquilo. Aún no se había cruzado a nadie, y tampoco se había caído en ningún lugar. El paseo empezaba bien. Se encaminó hacia el jardín principal, pensando en sentarse un poco a observar el paisaje. Tampoco estaba muy lejos, no tardaría mucho. Un poco de nieve se le había colado por dentro del zapato, y se moría por poder arreglar eso.

Al llegar al jardín y ve a una chica ya allí sentada, se planteo seriamente dar media vuelta e irse, y hacer ver que nunca había estado ahí.  Y eso habría hecho, de no ser por que la chica se levantó de golpe, provocando así su caída.  Y al parecer, eso le había hecho reír de lo lindo. ¿Sería eso algún síntoma de contusión craneal o algo? Decidió acercarse, comprobar que la joven estaba bien, y luego irse. Cuando estuvo mas cerca, la reconoció de inmediato. Cassiopeia Black, de su casa, pero un año mayor.

- La próxima vez debería ser mas cuidadosa, señorita. -Dijo, con ese tono de voz tan "amigable" que lo caracterizaba. - Parece que se encuentra bien. -Añadió, pensando en como se había reído antes. -¿Me equivoco?