Bird of Prey {Privado}

La torres de astronomia era su hogar, como las aves que tenía tan cercanas a su corazón, el cuervo y el ágila, ella encontraba refugio en las zonas altas desde que era pequeña. Hace años eran los árboles, ahora era la torre en el castillo que había construido con sus amigos. Preferia el consuelo de lo alejado al suelo que el constante cambiar de la tierra, el ir y venir, lo terrenal. No era una mujer de pasiones, nunca lo había sido y su familia nunca tuvo muchos problemas con eso, pero su esposo, sus amigos, su hija, ellos a veces no comprendían el paso en que su mente se movia, más en el cielo, en el mundo de las ideas, que en la realidad.

La luz de la luna ilumina su cuerpo aunque son las estrellas las que ocupan su atención junto con sus reflexiones. Piensa rápidamente, a veces tanto que no puede controlarse a sí misma. Hoy ha sido un día sereno, su hija aceptó tenerla como acompañante en una pequeña caminata entre pasillos hacia las habitaciones e incluso le dio el placer de escucharla descifrar el acertijo para entrar a la sala.  Su hija era alguien brillante, siempre lo ha sabido, todos en su familia han sido así y Helena no es la excepción, pero a veces, cuando mira los ojos de su hija, le parece ver frustración. Desearía tener las palabras necesarias para consolar su corazón atribulado, pero ella no es mujer de palabras tanto como lo es de ideas. Los sentimientos transformados en palabras eran quizás una de las pocas cosas que no manejaba.

Hoy no hay nadie a su lado, el resto de fundadores han estado ocupados con otras cosas, lo que no es realmente inusual, todos trabajan demasiado a pesar de que el colegio ya está perfectamente organizado y protegido, ella misma se ha encargado de enlistar los hechizos necesarios para la protección del castillo. De cualquier modo, no le desagrada la soledad aunque en una noche como esta le atrae la idea de hacer algo de café, quizás incluso alguna otra infusión.

Decidida a no permitir que la falta de compañía se lo impida, se dirige a la tetera que tiene ahí, pero la luna refleja una sombra repentinamente y su mano va a su cintura, lista para esgrimir su varita, hasta que sus ojos se posan en una figura conocida. Refunfuña en voz baja y busca el café molido, esperando a que sea la otra persona quien rompa el silencio.

Helga siguió con la vista a su mejor amiga, antes de sonreír por escucharla refunfuñar. —¿Te importa si me uno?— preguntó de repente, parándose a un lado de ella.

Hacían un par de horas atrás que Helga había culminado con sus clases. Tenía decenas de ensayos que corregir sobre las Mandrágoras, y en su tiempo libre había corregido un par de ellos. Para su desilusión, ninguno de sus alumnos había hecho lo que ella le había pedido... así que había anotado en cada uno de estos unas observaciones que cada uno debía mejorar. "Tendrán que aprender a esforzarse un poco más" se había dicho a sí misma. Muchos pensaba que su filosofía de educar a todos era tonta y que a quienes educaba era al "resto", sin embargo, no era de esa forma. Helga educaba a magos y brujas tan competentes como los del resto de las casas. Ella les mostraba como trabajar duro y esforzarse para obtener sus logros.

Luego de culminar, se retiró a la enfermería donde pasó gran parte de la tarde y noche. Aparentemente cuatro alumnos se habían enredado en una pelea —dos Gryffindor y dos Slytherin— por lo ocurrido con los alumnos que habían fallecido. Dos de los alumnos habían utilizado maldiciones oscuras, algo que preocupó a Helga. ¿Cómo era que esos alumnos sabían sobre ellas? Helga deseó que sus sospechas para con Salazar no fueran ciertas. Tuvo que esforzarse muchísimo curando a los dos alumnos de Gryffindor, mientras que su luego de curar a los Slytherin, les dio un gran regaño, que sólo se ganó sonrisas impetuosas de los dos chicos.

Sus emociones no estaban en un buen estado, por lo que decidió saltarse la cena y no presentarse en el Gran Comedor. Se había quedado en su habitación observando el techo mientras que pensaba en qué podría hacer para evitar que todo este gran sueño se fuera a la derriba. Las peleas de Godric y Salazar eran cada vez más frecuentes, igual que sus alumnos. Toda la paz que había tenido Hogwarts en un principio se estaba marchitando.

Y ahora, luego de merodear por todo el castillo, se encontraba frente a su amiga. La oscuridad de la noche ocultaba lo opacos que estaban sus ojos y evitaba que su sonrisa falsa fuera más evidente. Su corazón palpitaba dolorosamente y lo único que pudo hacer fue mirar hacia el cielo y suspirar.



(pd: lamento la demora y que sea tan corto!)

Sus ojos se posaron un segundo en la otra fundadora cuando la sintió a su lado y asintió en silencio, sin responder verbalmente. Helga sabía que siempre y cuando no estuviese leyendo, era bienvenida a estar con ella, en su torre o donde fuera que estuviera. Su tiempo de lectura era sagrado, pues era el momento que se dedicaba a estudiar y aprender más, a veces a crear. Era verdad, sin embargo, que ese tiempo era el que tenía su prioridad además de que le dedicaba más tiempo que a ninguna otra actividad. Su mente se transporta un momento a la memoria de su esposo, pero su recuerdo es interrumpido por el suspiro de Helga. Una de sus cejas se eleva con sospecha. Dejó la tetera en la base y se volvió para mirar a Helga, cruzando los brazos con seriedad usual.

¿Qué pasa? - preguntó con tono algo autoritario, no quería que Helga le dijera que estaba bien o que no se preocupara, cuando se notaba que las cosas no estaban bien, que había algo que le preocupaba o que se sentía triste. Se preguntó por un momento si acaso el estado de animo de su amiga estaría relacionado con Slytherin. Si era eso, entonces temía que no le sería de ninguna ayuda a Helga, porque ella misma tenía problemas manejando la especie de relación que tenía con Gryffindor. De cualquier modo, no mostró ninguna duda o titubeo en la firmeza de su mirada ni de su postura, al menos no hasta que logró ver mejor el semblante de su compañera bruja. Un suspiro dejó sus labios y descruzó sus brazos. Con un movimiento de su varita acercó dos sillas y señaló a una de ellas para que Helga se sentara.

Quizás algo de té sería mejor para ti. - comenta con tono ligeramente más suave, más maternal. Helga era más joven que ella por un par de años, de hecho tres para ser exactos, pero a veces su manera de ser le producía algo de ternura. Se puso manos a la obra, preparando té de tilo y lo sirvió nada más estuvo listo, procediendo a tenderle la taza.

Ahora dime qué pasa, Helga. -indica con voz mucho más calma, pero aún firme. No puede esperarse demasiado tacto de ella, pero hace lo mejor para demostrar que se preocupa por su compañera fundadora, todos tienen que apoyarse si acaso alguna vez el colegio entrara en crisis como parecía que estaba a punto de hacer con las peleas de Godric y Salazar, además del problema que tenía toda la comunidad mágica con los muggles.

Se suponía que no fuera Rowena la que podía leerla como a un libro, era al revés. Helga siempre se había destacado por ser la mejor escondiendo sus emociones. Siempre poseía una sonrisa en su rostro, aun cuando su mundo estuviera destruyéndose a su alrededor, Helga siempre se obligaba a mantener una sonrisa relajada. Había aprendido a callar sus emociones desde que era niña, y no porque sus padres no le prestaran atención —era todo lo contrario, de hecho— sino porque ella prefería lidiar con los problemas de otros antes de los de ella.

Suspiró, antes de sentarse y llevar las manos a su cabeza. —Se supone que sea al revés, ¿sabes? Se supone que sea yo la que te cuestione y que te lea como a un libro, no tú a mí— comentó, dibujando una pequeña sonrisa en su rostro. La joven bruja tomó la taza de té y le dio las gracias.

No le agradaba tener que decir sus problemas a otros. El hecho de involucrar a otras personas —tan llenas de problemas como Rowena— era una desconsideración de su parte. Era ella quien debía ayudar a sus amigo y aconsejarles. Ella era lo suficientemente fuerte como para tragarse sus problemas. Sin embargo, algo dentro de ella le exigía que hablara, que liberará todas sus emociones. Tomó un poco de su té, en silencio, antes de colocarse de pie y detenerse frente a la ventana de la torre de astronomía. Desde allí podía ver todas las montañas cubiertas de nieve que rodeaban a Hogwarts.

Cerró los ojos y respiró hondo, sintiendo el frío en su pecho. —Tengo miedo a que todo esto colapse, Ro— admitió, cerrando sus puños. Pero no, no era sólo eso lo que la perturbaba. No era sólo el miedo a que todo ese gran sueño se fuera a la derriba porque Salazar y Godric estaban discutiendo o porque sus alumnos se encontraban fomentando una rivalidad que no era sana y era extraña. Ella tenía miedo de su propio destino. —¿Qué sentiste cuando te casaste con Robert? ¿Tuviste miedo?— preguntó, volteándose hacia su amiga. Entrecerró sus ojos, obligando que su miedo por su próximo matrimonio con James y su amor hacia Salazar se fueran a lo más hondo de sus emociones. —Lo siento, creo que eso es un poco... mal educado de mi parte— susurró, recordando cuando le había costando a Rowena el sobreponerse a la perdida de su esposo.

Helga tenía razón, como casi siempre cuando se trataba de sentimientos y cosas más humanas. Rowena no era una mujer de tacto. Dentro de sus cualidades no estaba la dulzura ni la empatía, ella no era como su amiga. De cualquier modo, lo que si le caracterizara era ser una mujer inteligente y perspicaz, notaba de inmediato las inconsistencias y eso era lo que su compañera fundadora le estaba mostrando con su actitud. Helga no suspiraba, sus ojos no solían entrecerrarse, y quizás era buena mintiéndole en otros momentos, ocultando cualquier malestar, pero en ese momento era evidente, puede que por el estado agotado de la bruja su barrera se haya quebrado.

Todos los fundadores tenían algunos puntos en común aunque incluso dentro de esas características fueran diferentes manifestándolas, por ejemplo, Salazar y ella eran profunda e intensamente inteligentes, pero ahí donde Rowena cosechaba conocimiento leyendo y escribiendo principalmente, para beneficio de todo aquel que tuviera magia, la inteligencia de Salazar era más astuta, más individual, su propósito no era colectivo, sino que era una herramienta para conseguir lo que se deseaba. Los cuatro fundadores eran personas de carácter fuerte, pero todos muy a su modo, Godric era valeroso, Salazar era ambicioso y aguerrido, Rowena era impasible y Helga era tan fuerte que se ocupaba de los problemas de los demás, ayudando en todo lo posible, pero además se quedaba con sus problemas, sin mostrarlos a nadie, soportando el peso de muchas cargas junto con la propia. Era impresionante.

La comisura derecha de sus labios se elevó en una sonrisa cómplice y sacudió ligeramente la cabeza.- Es verdad, querida Helga. –Murmuró lo suficientemente alto para ser escuchada por ella.- Pero tendremos que adaptarnos a este insospechado giro de acontecimientos. -  No pensaba que Helga fuera desconsiderada, de hecho ese adjetivo no se adecuaba a ella en lo absoluto. Ella era desconsiderada por dar por hecho que su amiga estaba bien cada momento que la veía. Debió sospechar que algo la estaba perturbando si acaso eso llevaba el tiempo suficiente molestándola como para que en ese momento la barrera que protegia las emociones de su amigo se hubiese cuarteado lo suficiente para que Rowena, tan ajena a todo, lo hubiese notado. Sin importar la reticencia de Helga, tendría que aguantarse porque no pensaba ceder hasta saber toda la verdad.

Entendía, sin embargo, que Helga no tuviese agrado por contar sus problemas a los demás, no era sencillo mostrar la parte vulnerable que todos tenemos, aunque esa reticencia es inútil cuando se trata de ocultar algo de Helga Hufflepuff, y ahora que los papeles se habían invertido, esperaba que su amiga supiera que era inútil intentar ocultar algo. Sentada a su lado, acompañó la mirada de Helga hacia el exterior. El paisaje era hermoso, todo cubierto de nieve blanca. Algunas lechuzas llegaban con correo nocturno, pero no corrían el riesgo de ser interrumpidas, las lechuzas en dado caso las esperarían en sus despachos.

Escuchó el nuevo suspiro y se sintió inquieta un momento, lo que le llevó a sujetar con más firmeza la taza de café en sus manos. Escuchó finalmente las palabras de Helga que le expresaban su miedo, pero permaneció callada para dejarla terminar, porque sospechaba que no era sólo eso lo que estaba molestando a la otra fundadora. Tenía razón, pronto lo supo, cuando escuchó las siguientes palabras de la mujer y su mirada oscura cayó en ella cuando escuchó la pregunta que le dirigió. No le había molestado, pero si le había sorprendido. Sus ojos encontraron los claros de Helga y la observó fijamente incluso cuando ella entrecerró los ojos.

-Está bien.- indicó nada más escuchó la respuesta y enderezó la espalda. Tomándose un momento para pensar en su esposo ya fallecido. – El matrimonio con Robert no fue una sorpresa en ningún momento, nuestras familias mantenían amistad. Cuando llegó el momento de casarnos no había en mí otra cosa que resignación. En ese momento no amaba a nadie más, tampoco pensé que hubiese alguien más que pudiese… - pausó un momento, pensando en las mejores palabras para expresar lo siguiente que quería decir.- albergar sentimientos amorosos por mí.- dijo finalmente y carraspeó momentos después.- Robert era un buen hombre, inteligente y con estabilidad. Mi familia lo aprobaba, lo que era mucho más importante que mi propia aprobación. – Miró a Helga nuevamente y suspiró esta vez ella.- No siempre hubo días malos, pero tampoco hubo siempre días buenos. Robert desaprobaba ciertos aspectos de mi carácter tanto como yo desaprobaba partes del suyo. Creo que eso es normal. Como quiera que sea, mi familia prosperó y yo tuve una hija que es la persona que más quiero en este mundo, incluso cuando Robert y yo nunca hubiésemos tenido la mejor relación, lo recuerdo con afecto por haber sido no sólo mi esposo, sino el padre amoroso que mi hija recuerda y un buen hombre que estuvo a mi lado siempre, incluso cuando yo no lo deseaba.

Se quedó callada un momento, dando un pequeño sorbo a su café. – Sentir miedo es perfectamente normal, Helga, el miedo suele anteceder aquello que no conocemos, es por eso que es irracional en muchas ocasiones-  acercó su mano al hombro de Helga, descansándola ahí un momento intentando ofrecer consuelo con torpeza en el gesto y las palabras.- ¿Has hablado con tu prometido? –su mirada se volvió un poco más penétrate antes de hacer la siguiente pregunta.- ¿Has hablado con Salazar?

Helga sonrió al escuchar a Rowena. Era la primera vez que ella, Helga Hufflepuff, recurría a otra persona para pedir ayuda. Ella siempre se había destacado por ser muy independiente con sus emociones. Desde pequeña había aprendido a enmascarar su furia, tristeza, decepción o soledad con una sonrisa amena. Muy rara vez —demasiado raras, de hecho— se le veía sin sus características sonrisas amigables. Helga incluso había escuchado a un par de brujas una vez hablar de ella. La catalogaban como la mujer "de la vida feliz" por siempre sonreír.

No podían estar más equivocadas.

—Muy insospechado, de hecho— murmuró con una sonrisa de lado. Se sentía tan extraño estar allí, siendo escuchada por Rowena... En más de una ocasión sintió deseos de levantarse y excusarse; regresar a su habitación y volver a colocarse la máscara de profesora dulce y sonriente. Pero se obligó a quedarse. No sólo porque realmente lo necesitaba, sino porque estaba ansiosa de escuchar lo que pensaba Rowena. Lady Ravenclaw era una de las mentes más brillantes que Helga había conocido en su vida. No sólo era hermosa, sino inteligente... lo más cercano a la perfección, según Helga. Por lo que escuchar que ella pensaba, la haría —probablemente— reflexionar.

La joven bruja escuchó a la hermosa mujer hablar. Robert y Rowena habían hecho un matrimonio muy bonito para Helga, por lo que escuchar las palabras de la bruja la sorprendían. Helga siempre los había imaginado como un matrimonio perfecto, pero ahora que los escuchaba, no podía dejar de recordar a sus padres. Su madre y su padre habían sido comprometidos desde antes de nacer —como James y ella— por lo que no había existido amor durante los primeros meses de matrimonio. Sin embargo, su madre solía decirle que con el paso de los meses, surgió algo entre ellos. Si era amor o simplemente aceptación, Helga lo desconocía, pero al menos sus padres siempre se habían mostrado como una pareja sólida y respetada, tal y como Rowena y Robert.

Ella sabía que su miedo era normal, pero aún así la hacía sentir incómoda. James era un gran hombre, ella y él comenzaban a tejer una amistad basada en el respeto. Helga sabía muy bien que en caso de casarse con el hombre, ellos dos tendrían un matrimonio tranquilo e incluso podría atreverse a decir que parecido al de Rowena con su esposo. Sin embargo, ella se sentía insegura. No por James. No, no era por él, sino por ella. Helga no lo quería de esa forma. Joder, ella ni siquiera sabía que era el amor. Ella jamás se había enamorado, ella era totalmente inexperta en la materia. Pero... pero había algo con Salazar.

Salazar y ella tenían una especie de... ¿relación? ¿trato? ¿amistad? Ella lo desconocía y era frustrante. Habían momentos donde no se hablaban porque él estaba demasiado ocupado; en otros, la actitud de él hacia ella era tan dulce, que Helga sentía que su corazón estallaría, luego, como si nada, él cambiaba a su actitud severa y fría. Ella deseaba entenderlo, ella deseaba llegar hasta él. Conocer lo que pasaba por su mente, entender sus pensamientos, pero Slytherin no se lo permitía  nadie. Por lo tanto, ella tenía y al mismo tiempo no tenía algo con él.

Helga suspiró. —James y yo hemos hablado, Ro. Él es un gran hombre; es sumamente brillante, tiene todos estos conocimientos acerca de encantamientos, el como medir las horas... es muy inteligente. También es muy amable. No lo aparentará, pero lo es. Incluso me ha pedido disculpas por toda esta situación cuando él realmente no la tiene.— Helga volvió a suspirar. —Es un juramento irrompible que hicieron nuestros padres, pero él planea investigar si existe alguna forma de romperlo.— La bruja dudó unos instantes sobre que decir acerca de Salazar... —No hay mucho que decir sobre Sal, Rowena. Ni siquiera sé si existe entre él y yo un algo porque es realmente frustrante. En momentos me habla con normalidad e inclusive con dulzura. En otros vuelve a ser frío y reservado, hablando sobre su odio hacia los muggles... yo no sé que decir sobre él. Y ni siquiera creo que le interese escucharme— murmuró en un hilo de voz.





lamento la gran GRAN gran tardanza!