Nuestro Tiempo Juntos♥( Salazar Slytherin)

Apoyado en el respaldo del asiento de su despacho, Salazar Slytherin miraba con ojos entrecerrados sus manos, las cuales había desenguantado. Se observaban pequeñas cicatrices en ellas, la mayoría por el manejo de ingredientes para pociones, pero otras, de peor aspecto, habían sido debidas a la construcción de la cámara que residía en el interior del castillo. Un solo hombre manejando aquella construcción en ocasiones podía ser excesivo.

No quería pedir ayuda a Helga con ella, ya que no quería que se sospechase de sus motivos, así que las había estado tratando él mismo. Por suerte su conocimiento en medicamentos no era precisamente escaso, así que todo parecía ir yendo bien. Solo se había animado a mirarlas porque había sentido una punzada en el manejo del caldero de la clase anterior. Suspiró, ajustándose la capa con cuello de pelo de hipogrifo y comenzó a enguantarse las manos nuevamente, realmente hacía frío en el castillo en aquella época del año… pero se negaba a encender el fuego.

Malos recuerdos.

Los gritos de su familia siendo consumidos por aquella pira se habían quedado clavados en su mente, de hecho, en ocasiones, soñaba con ellos. Fantasmas que lo seguían y que lo ahogaban en su propia oscuridad.

El corazón del mago Slytherin era oscuro, y él lo sabía, por ello eran pocas las personas que podían traer un poco de luz a éste.

Ni siquiera escuchó el sonido de la puerta, centrado como se encontraba en ajustar los guantes a la gruesa túnica invernal, así que el sonido de aquella voz lo sobresaltó. Su cuerpo se tensó de manera inmediata al no recordar haber dado tutoría a ningún alumno, y se giró suavemente, encarando a su invitada. Cuando sus ojos se cruzaron con su sobrina, suspiró aliviado y su tensión desapareció completamente.

-No te preocupes… no me traía nada entre manos –se levantó, dejando que la capa color verde oscuro arrastrase por el suelo-. Solo meditaba.

Su mente se había vaciado de todo pensamiento negativo, de forma bastante similar a como ocurría cuando se encontraba delante de los otros fundadores. Megan Slytherin, su única pariente con vida, era una de esas luces que aliviaban el pesar del corazón del mago oscuro. Por ello se sentía relajado a su alrededor, aunque únicamente el propio Salazar era quien guardaba propios secretos: él personalmente se encargaba de ello con sus conocimientos en legemerancia.

-Pero dime, sobrina… ¿qué es lo que te trae por mi despacho…? –alzó una ceja inquisitoriamente-. No recuerdo que me solicitases una reunión o algo así… Además que no te hace falta… has heredado una buena habilidad en la elaboración de pociones –sonrió suavemente, en parte orgulloso. Aquellas palabras no solían salir muy a menudo de sus labios, incluso era reacio para decírselas a sí mismo. No era porque pensase que no poseía habilidad, ya que él era consciente de que era un gran mago en aquella época de oscuridad, pero prefería decir que aún le quedaba por aprender… si no, lo que quedaba de vida sería aburrida y monótona. Sin descubrimientos.

Una vida plana e inservible. Como la de un muggle.

Antes muerto que eso.

Salazar levantó ambas manos, frunciendo el ceño cuando su sobrina se tiró a sus brazos, depositando aquel beso en su mejilla. De todos era conocido lo poco que le agradaba el contacto físico, por lo que se llevó una mano a la mejilla, rozándola con el guante. ¿A qué había venido aquel gesto de cariño gratuito…? Aunque se encontrasen en soledad, no era algo le resultase completamente agradable.

Cuando decía que algo no le gustaba era, porque realmente, no le gustaba. En el momento que fuese y a la hora que fuese. Pero no dijo nada, solo mantuvo la caricia en su propia mejilla, enfocando con sus ojos a su sobrina, quien se disculpó por su indecoroso comportamiento. El hechicero no dijo nada, solo negó con la cabeza, pensando que la adolescencia siempre trastocaba la mentalidad de una bruja, aunque se tratase de una tan brillante como lo era su sobrina.
Como se solía decir, la grandeza se llevaba en la sangre.

-¿Pasar el resto del día conmigo…? Ciertamente no esperaba una invitación de esa índole, sobrina -repasó mentalmente sus compromisos, que se basaban básicamente en una reunión con Godric Gryffindor que sabía cómo acabaría: con el mago escarlata hablando de sus aventuras por aquel país del sur cuyo nombre el Slytherin nunca conseguía recordar. El mago de los leones le había enviado cuantiosas cartas desde aquel lugar, la mayoría de varios pergaminos a los cuales él había respondido con escuetas frases. Muchas veces había estado ocupado tratando temas del Consejo de Magos… y no había tenido tiempo de explayarse lo suficiente. Y eso había molestado se sobremanera a Godric… tanto que continuaba recordándoselo a menudo. En resumen, el Gryffindor podría esperar.

En silencio se hizo entre ellos, momentos en los que Salazar recorrió con la vista la sala, depositándola en su libro de Pociones. Escrito a mano, por supuesto, veía su letra apresurada en algunas líneas y elegante en otras, mostraba su humor desde luego… una de las pocas cosas que lo hacía en realidad.

-Tengo las cosas preparadas paras las clases… es con lo que me entretengo cuando no concilio el sueño… y los chicos de primero y segundo tienen suficiente con no hacer estallar un caldero de peltre. Algunos tiemblan como una hoja cuando encienden el fuego… -se ahorró la coletilla de “sobre todo quienes desconocen el hechizo para encenderlo” por vergüenza ajena. Sonrió de medio lado-. Llevan un par de semanas con el antídoto para venenos poco comunes, y la semana que vienen tendrán un examen… sorpresa-añadió, maliciosamente.

Lo segundo que añadió Megan le agradó menos. No era desconocido para nadie que él era un apasionado de la magia oscura, pero todos sabían que era uno de los pocos que eran capaces de controlar esa tentación a no desatar tal poder prohibido. Las maldiciones, los maleficios, necesitaban de un control absoluto de la mente del hechicero o hechicera… y sobre todo años de experiencias. Años de los que Megan no disponía, y mucho menos para ir manejando magia negra que aparecían en libros de autores desconocidos.

En parte se hinchó de orgullo al conocer que su sobrina lo admiraba tanto que estaba dispuesta a seguir sus pasos, pero por otra le sobrecogía la idea. No dudaba de sus habilidades como bruja, pero… ¿podía ser capaz de controlar la magia oscura o se dejaría llevar por la seducción de ésta…?

-Me enorgullece saber que compartes mi afición por la magia negra… por la desconocida –la miró con aprobación, pero en su mirada también se distinguía un brillo de advertencia-. Pero no es algo que se deba decir a la ligera… Incluso yo sé que no debo decirlo en un lugar… donde los retratos son capaces de hablar –señaló con la cabeza a la pintura de un caballero que decoraba una de las paredes, lo único que destacaba junto a un retrato de los Slytherin donde se distinguía un Salazar de corta edad-. Y respecto a tu visita a la sección prohibida… me interesa saber más de tus averiguaciones…

Salazar no pudo soportar más aquello: tal conjunto de sandeces lo sobrecogió de tal manera que no supo controlar su mano. Ésta voló hacia la mejilla de su sobrina, golpeándola con sequedad. Sus ojos relampaguearon con furia. No podía creer lo que oía, ¿un horrocrux? ¿Qué lo había encontrado en la sección prohibida había encontrado en la biblioteca?

Imposible.

Él había construido la biblioteca junto a Rowena Ravenclaw. Él conocía en su totalidad los libros y pergaminos que se encontraban allí, ya que en su mayoría eran de su propiedad. Y en ninguno de ellos se mencionaban los horrocrux: la magia más oscura, la magia que corrompía el alma del mago. El Avada Kedavra era una nimiedad comparado con él: no solo era peligroso, sino que el simple proceso de creación del horrocrux (el cual Salazar conocía por unos antiguos escritos en griego antiguo hechos por Herpo el Loco destruidos ya hacía años) le causaba nauseas.

-Del Horrocrux, el más siniestro de los inventos mágicos, ni hablaremos ni daremos datos… -susurró, entornando los ojos-. Eso es lo único que se dice en Historia del Mal, que se encuentra en nuestros archivos… justamente para que jóvenes como tú no se dediquen a jugar con magia que le queda grande.

Eran palabras sabias, también llenas de dolor. Miraba fijamente a su sobrina, preguntándose cómo era posible que una tarde tranquila hubiese derivado a aquel caos. Sabía el potencial de aquella bruja, había recibido muchas cartas de su hermano contándole sus avances… pero Salazar también conocía la magia negra como experto que era en ella. Sabía los peligros que había al haber trabajado con ella: no era un juguete, y Megan parecía encantada, poseía una sonrisa deslumbrante en la cara mientras decía que había matado a un niño por crearse aquel juguete.

Los Slytherin eran conocidos por su manejo de las artes oscuras, sí, pero también por su inteligencia… y con aquella acción caprichosa Megan no había demostrado ser mejor que un sangre sucia. Y eso le dolía: que alguien con su sangre y su apellido se comportase así le producía un intenso desgarramiento en el alma. Ella decía que no se encontraba dominada por la magia oscura... pero aquel comportamiento le estaba demostrando todo lo contrario... Aquello iba mucho más allá de la curiosidad o la búsqueda de conocimiento...

-Desconocía que mi hermano te hubiese estado incitando a la magia negra… y con un libro que expresamente le dicté que no dejase tocar a cualquiera. En qué estaría pensando –siseó, dirigiendo una fugaz mirada al niño del cuadro que en ese momento lucía una sonrisa divertida en los labios-. Y por lo que se ve, te ha instruido mal, porque no ha aprendido que cada maldición y maleficio pasa factura al mago y cuanto más poderoso mayor será la cuenta que le pagarás a la muerte.

¿Realizaba el hechizo más oscuro de todos y pensaba que no tendría que rendirle cuentas a nadie? Ilusa. Estúpida. Una chiquillada que no había esperado que justamente ella realizase. Aquello Salazar Slytherin lo consideraba más una traición.

-Mi pregunta es Megan Morgana Slytherin… ¿de dónde has sacado tal conocimiento cuando es imposible que se encontrase en la sala prohibida y en toda la biblioteca del colegio? –la miró con ojos entrecerrados, cruzándose de brazos-. Y recuerda… mentir servirá de poco conmigo.