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Paint my spirit gold -- Helga

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James Smith.
Paint my spirit gold -- Helga

Mensaje por James Smith. Lun Dic 23, 2013 12:25 am

Las cocinas / Sábado en la mañana

Siempre me distinguí entre mis pocos amigos —y por cierto, eran muy pocos— por ser el primero en levantarse en las mañanas. Tan pronto y el sol se asomaba por el firmamento, yo me despertaba. ¿Para qué perder tiempo tan esencial? El tiempo es algo que no puedes detener ni repetir; tienes que aprovecharlo al máximo. Contrario a lo que algunos tontos piensan, la vida es corta. Demasiado corta para mí gusto. Y hay demasiadas cosas por descubrir y estudiar.

En mis viajes de juventud con mi padre aprendí muchísimas cosas; las cuales probablemente no son conocidas por la mitad del Mundo Mágico en Inglaterra. Aquí los muggles asesinan magos y brujas por no saber ni entender lo que es la magia. Sin embargo, en el Sur, todo es diferente. La magia es apreciada por los muggles, por lo que magos y brujas viven en paz unos con otros. Por supuesto, la ignorancia en estas tierras es mínima a diferencia de en éstas. Los magos andan escondiéndose como cobardes de los muggles y estos últimos andan en la búsqueda de los primeros porque su Dios así lo estipulo. O eso es lo que dicen.  De todas formas, la ignorancia es bastante latente en ambas partes.

Nunca me he considerado un ser ignorante. Mi madre me enseñó muchas cosas, y yo, con mi gran deseo de conocer más cosas, me dediqué a expandir mis conocimientos. Un viejo filósofo de la Grecia dorada solía decir que "él no sabía nada" haciendo referencia a que se tiene que tener humildad en cuanto al conocimiento. Es totalmente absurdo ese pensar. ¿Por qué debería decir que soy un ignorante cuando conozco más cosas que un mago común? Dejadlos que vean lo que es un mago de verdad y no la sombra de uno. Dejadlos que aprendan a reconocer el conocimiento y no la estupidez.

Como todas las mañanas, decidí dar una vuelta por el castillo que hasta ese momento servía como un "refugio" y donde impartía clases de encantamientos a una decena de estudiantes. No me agradan los niños, son molestos y lo único que hacen es llorar y vomitar, sin embargo, educar a estudiantes de once años en adelante es una buena idea. No son adultos —y joder si no son molestos en momentos— pero son más independientes, y en la mayor parte del tiempo no lloran. Ni vomitan. Caminando por el castillo, me decidí entrar a las cocinas, a buscar algo de comer para luego marcharme a mi despacho. No me agrada del todo desayunar en el Gran Comedor. Demasiado ruido y muchas miradas asesinas que sólo me provocan deseos de reír.  Por alguna extraña razón —que comencé a entender hace un par de días cuando me encontraba reflexionando— Lord Slytherin y Lord Gryffindor me odian. Claro, no es cómo si me importara tener la apreciación de dichas figuras, pero es interesante que un mago como yo pueda provocar dichas emociones.

Después de hacerle cosquillas al cuadro que protege las cocinas, entré a éstas. A diferencia de lo que muchos imaginaria, el lugar no es una cocina oscura y con esclavos —como la gran parte de las cocinas de castillos al rededor de Europa— sino que es un lugar agradable y acogedor. Al menos teniendo en cuenta de lo que es, no es un mal lugar. El aroma a pan recién hecho, la calidez debido a los hornos y calderos, y la tranquilidad que emiten es bastante agradable.

Mientras caminaba por el lugar, buscando a uno de los elfos domésticos que suelen atenderme cuando vengo a las cocinas, me encontré con la figura de Lady Hufflepuff. Ella estaba de espaldas a mí, haciendo algún hechizo sobre las comidas o sabe Dios que cosas. Era un desperdicio que una persona tan inteligente en la Herbología perdiera su tiempo en las cocinas, pero no todo el mundo tiene mi forma de pensar. Tosí discretamente, llamando su atención. "Buenos días, Lady Hufflepuff. Espero que se encuentre bien en esta "encantadora" mañana" le saludé, con una pequeña sonrisa en la comisura de mis labios. La bruja frente a mí estaba destinada a pasar hasta el final de sus días en compañía de mi persona, y todo por un acuerdo firmado entre nuestras familias.

Lady Hufflepuff era una mujer agradable a la vista. Su cabello largo y rubio me recuerdan a los de las chicas en el valle donde me crié. Casi todas las mujeres en mi aldea eran rubias, a excepción de mi madre que había heredado el cabello de su abuela, y ésta lo había heredado de su madre, y así por el estilo. Sus ojos azules son claros y por lo que he podido apreciar, suelen iluminarse por las cosas más mundanas, como las plantas y la alegría de sus estudiantes. También se iluminan cuando ve a uno de los profesores. Algo muy interesante. "¿No es un poco temprano como para que este por estos lares? Aparte de que es sábado, los estudiantes no bajan hasta las nueve, y a penas son las seis y treinta, según mis cálculos" dije, mirando desde la ventana al sol. En el sur me habían enseñado varias técnicas para leer la hora, y todas funcionaban de maravilla.  "No le molesta mi presencia, ¿verdad? Porque en caso de así serlo, me marcharé y esperaré a la hora del desayuno con el resto" añadí con honestidad.
James Smith.
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Helga Hufflepuff
Re: Paint my spirit gold -- Helga

Mensaje por Helga Hufflepuff Mar Dic 24, 2013 2:23 am

Ella no podía dormir. Se había pasado toda la noche dando vueltas y vueltas en la cama, incapaz de cerrar sus ojos azules y dejarse llevar por el sueño. Los inviernos en Escocia siempre eran crueles y violentos; el frío rompía los labios y convertía la piel tan dura como las rocas. Incluso podía asesinar a todo aquel desdichado que no tuviera un lugar en donde acobijarse. Pero no era sólo el frío lo que la había mantenido despierta, sino las pesadillas que habían comenzado a azotar su mente. Eran sueños que comenzaban siendo dulces y que luego se tornaban devastadores. Y todos giraban en torno a una sola persona.

Salazar Slytherin.

Helga amaba al hombre. Era uno de sus grandes secretos, uno que probablemente se lo llevaría a la tumba por tener miedo al rechazo. Salazar era un mago excepcional; inteligente, apuesto y poderoso... ¿cómo una simple bruja como ella podría esperar que él la mirase de otra forma? Incluso si él había aceptado ir al baile era porque eran amigos de casi toda la vida; y porque ella le había insistido en que fuera. Pero sus sueños no tenían nada que ver con ello. Eran mucho más escalofriantes.

Todo iniciaba en un dulce sueño, uno que ella anhelaba que fuera real. Los dos juntos. Él aceptando sentir algo más que una simple amistad por ella. Un evento que a pesar de ser en un sueño le provocaba deseos de sonreír y gritar. Verlo sonreír y tomarla de su mano...

Pero en pocos minutos su sueño se transformaba en una pesadilla. Salazar ya no sonreía, y aparecía Godric, con su espada desvainada y con mirada furiosa. Los dos amigos de toda la vida peleaban y por más que ella gritaba que se detuvieran, ellos continuaban, ignorando sus plegarias. Cuando todo culminaba, Salazar se marchaba del colegio, maldiciendo a Godric. "Y todo por los sangre sucia". En su sueño, Helga había corrido, gritando y llorando para que él se detuviera; para que regresara junto a ella. Pero él desapareció. Pero todo empeoraba cuando ella miraba hacia el colegio y lo encontraba en llamas. Alumnos gritando ante el horror... el olor a fuego... los llantos...

Helga no podía dormir. El sueño estaba tan presente que no podía simplemente ignorarlo. Por ello se quedó despierta, llorando como una niña pequeña, y en cuanto la luz del sol iluminó el horizonte, se colocó de pie. Se vistió con un simple vestido azul y peinó su cabello, dejándolo caer por su espalda. No estaba emocionalmente dispuesta a pasar unos tortuosos minutos peinandolo en alguno de esos peinados exuberantes. Suspiró y salió de su habitación, encontrándose con que todos los pasillos estaban desiertos. No esperaba más, era sábado y los alumnos dormían hasta tarde. Igual que la gran parte de los profesores.

Caminó a las cocinas, donde luego de hacerle cosquillas al cuadro, entró a ellas. Los elfos domésticos estaban sacando los calderos y las harinas para preparar el pan. —Hoy quiero preparar una tarta— dijo mientras la sombra de una sonrisa se dibujó en la comisura de sus labios. Sus ojos estaban rojizos e irritados. Tendría que buscar alguna de sus plantas para eliminar los rastros de una mala noche.

—Mi lady, ¿Se encuentra bien? ¿Qué puede hacer Krisha por mi lady? Lady Hufflepuff prepara tartas cuando está triste, ¿está triste Lady Hufflepuff?— Preguntó una de las elfas domesticas de Hogwarts, moviéndose de forma rápida frente a ella. Sus ojos grandes y brillosos observaban a la joven bruja con preocupación. Era una manía que muy pocos conocía, pero Helga siempre que se sentía triste preparaba alguna tarta para levantarle los ánimos a sus estudiantes en el almuerzo. Si ella no podía ser feliz, pues entonces hacía a los demás felices con la comida.

—Estaré bien, Krisha— murmuró con una suave sonrisa en sus labios. Tomó un caldero  y buscó sus ingredientes. Harina, margarina, huevos, azúcar y extracto de vaina de vainilla. Los elfos preparaban el pan que se daría como desayuno, mientras ella batía los ingredientes de su pastel, tratando de olvidar sus problemas. 'Fue sólo un sueño; preocúpate por otras cosas" se dijo. Una tos a su espalda la asustó, por lo que no pudo evitar mover su mano de forma brusca, provocando que un poco de mezcla le cayera en su vestido. No se preocupó en limpiarlo; era normal que tuviera pequeños accidentes como ese. Su mejilla tenía rastros de harina, igual que sus manos y antebrazos, también tenía un poco en su cabello. Era todo un desastre.

Quien se encontraba frente a ella era nada más y nada menos que James Smith. Su prometido. Una larga historia —y muy triste para ambos— entre sus familiares los había hecho pactar el matrimonio entre sus hijos, que por supuesto, ninguno había llegado al mundo para ese entonces. James era atractivo, tenía unos ojos verdes misteriosos, y era un par de centímetros más alto que Salazar, sin embargo, Helga no sentía nada por él, a excepción de una gran admiración. El mago era inteligente y honorable; se encontraba allí porque era su responsabilidad cumplir con el pacto entre las familias. Nunca le había faltado el respeto y siempre la trataba como a una dama. Él era un buen hombre.

Helga sonrió, cansada.—Buenos días, Lord Smith— saludó, antes de limpiar su mejilla. Como no tenía un espejo para verse, no se percató de que lo único que logró hacer fue ensuciar más su mejilla y nariz. —Me encuentro bien, gracias. ¿Y usted?— cuestionó, tomando entre sus manos el caldero y comenzando una vez más a mezclar los ingredientes, esta vez con un poco más de suavidad. Su madre siempre le decía que ella había nacido con un extraño don para cocinar; incluso Godric, su gran amigo, solía decírselo. Aparentemente no habían quejas de su comida, todo lo contrario.

Se encogió de hombros. —No podía dormir, por lo que baje un poco más temprano de lo usual.— murmuró, bajando la vista hacia su mezcla. Estaba comenzando a quedar como debía. —Tendrá que enseñarme esa técnica para conocer las horas. En estaciones como esta es un poco difícil reconocerlas— dijo con una suave sonrisa. Sus últimas palabras la hicieron subir su rostro. —No, Lord Smith. Su presencia no me molesta.— La honestidad estaba presente en su voz, sin embargo, el corazón de la bruja se retorcía dentro de su pecho. —Tendremos que comenzar a compartir un poco más seguido ya que compartiremos una vida... supongo— se dio la vuelta y colocó el caldero sobre la mesa. Respiró hondo, ahogando los deseos de gritar y de llorar. ¡Eso no era justo! ¿Por qué ella no podía simplemente escapar de todo esto? ¿Por qué no podía ser —por primera vez en su vida— completamente feliz? "¿Por qué no puede ser con él?" pensó de forma amarga, pensando en él.

En Salazar.
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James Smith.
Re: Paint my spirit gold -- Helga

Mensaje por James Smith. Mar Dic 24, 2013 4:58 am

Una sonrisa amenazaba con dibujarse en mis labios ante la imagen de Lady Hufflepuff. Su cabello tenía un poco de mezcla, mientras que sus mejillas estaban cubiertas por harina. Su imagen se veía —en cierta forma— angelical. Incluso la claridad que se colaba por las ventanas contribuía con dicho titulo. El sol iluminaba su cabello rubio haciéndolo lucir dorado, mientras que su pálida piel resplandecía. Parecía una de las muñecas de porcelana que mi padre le había conseguido —en uno de sus viajes a Asia— a mi madre. Y no sólo era su aspecto físico, sino que su imagen se veía... vulnerable.

Una extraña imagen en ella.

Si fuera a describir a Lady Hufflepuff, comenzaría diciendo que es una de las mujeres más fuertes que he conocido en la vida. No, no en el plano físico. La bruja es de estatura baja y delgada, al punto de que creo firmemente que no podría ser capaz de soportar el peso de una buena espada. Me refiero a su fuerza mental y su determinación. Nunca he visto a la mujer sin una sonrisa. Siempre está sonriente, y es algo que en ocasiones me parece irritante, pero es parte de ella. Además, las sonrisas le sientan bien. Ella nació para eso, para sonreír y tener esa actitud de "todo va a estar bien, sólo confía" algo que no todos tenemos. Su determinación también es una admirable. Fue capaz de enfrentarse a los demás fundadores y exponer sus ideales sin titubear. El hecho de decir que iba a aceptar a todos y que los trataría con igualdad era simplemente admirable. Muy pocos tendrían el coraje de defender sus ideales de esa forma.

"Me encuentro bien, gracias" respondí, llevando mis manos a mi espalda. Los elfos domésticos continuaban con sus labores, mientras que ella continuaba batiendo la mezcla de lo que supuse era una tarta. Verla de esa forma era extraño, aunque no en una mala manera. Lady Hufflepuff no encontraba las cocinas como un lugar denigrante, aparentaba agradarle. Además de que tenía un gran talento para cocinar. Sus platillos eran exquisitos; nunca había probado comida tan agradable como las de ella.

A decir verdad, habían momentos donde no se me antojaba mala idea el que ella fuera mi futura esposa. La mujer es agradable a la vista, tiene un aire maternal que ni siquiera enfadada es capaz de perder y es buena con las tareas del hogar. Los hombres comunes buscan mujeres como ellas. Pero yo no soy un hombre común. A mi no me interesa el que sea hermosa, ni el que sea maternal ni el que sea buena con las tareas del hogar. Esos son detalles que a mí no me llaman la atención ni me interesan. No busco a una sirvienta, sino a una esposa. Las cosas que me importan en una mujer son sus capacidades para razonar, para ver más allá de las simplezas de la magia. Que sean inteligentes y determinadas, capaces de hablar y decir lo que piensan sin miedos.

Y extrañamente, esa bruja cumple con esos requisitos.

El único problema que encuentro en todo esto tiene nombre y apellido. Salazar Slytherin. Lady Hufflepuff puede ser capaz de mentirle al mundo entero con sus sonrisas, pero conmigo eso no funciona. A ella le gusta el mago, y tengo sospechas de que esa atracción es correspondida. Por algo Lord Slytherin a aceptado ir al baile con ella, cuando se suponía que la mujer frene a mí fuera conmigo por ser su prometido. Oh, que demonios. Las fiestas no me interesan, después de todo por lo que no me molesta en lo más mínimo que ella asista con el mago. No es como si me importaran los comentarios. Soy más inteligente que eso.

Sonreí de lado, acercándome un poco más y recostándome de una de las mesas de la cocina. Sus ojos azules estaban rojos, y unas finas y levemente marcadas ojeras se encontraban bajo sus ojos. Sin embargo, éstas no eran capaces de arruinar su belleza. "No tiene que jurarme que no ha podido dormir bien. Se le nota en sus ojos. Se ven muy cansados, mi lady" dije con delicadeza. Hablar sobre la belleza de una mujer es un tema delicado. Y más cuando se hace con una bruja experimentada; lo último que desearía en la vida sería ser hechizado por mi futura y "querida" esposa. "El invierno es siempre una pesadilla, sobretodo cuando viajas en barco. Es una técnica muy sencilla y será un placer mostrársela. Educar a quien le interesa es una de mis grandes pasiones, por lo que estaba más que dispuesto en mostrarle mis técnicas para medir las horas. La mujer era una bruja excepcional, así que contarla sobre mis alumnas era todo un privilegio.

Cuando ella se volteó y habló, me quedé perplejo. Su voz sonaba tan débil... tan rota. No tenía que ser una persona muy inteligente para saber que la bruja frente a mí no se encontraba bien. Su mirada no brillaba como de costumbre. La dulce Helga que siempre estaba sonriendo con maternal afecto a sus estudiantes, o como una cómplice para con sus amigos, no se encontraba en esos momentos.  Por unos instantes me sentí incómodo. No me gusta lidiar con personas que han llorado o que están en un desgaste emocional. Ese no es mi área; soy mejor explicando hechizos y contando historias. Lidiar con mujeres en pleno desequilibrio emocional es algo inquietante e incómodo.

Por unos instantes —sólo unos instantes— desee marcharme de allí. Inventar alguna excusa o incluso salir en silencio. Probablemente ella ni siquiera se iba a percatar, pero yo no lo hice. Puedo ser muchas cosas, pero un cobarde o un poco hombre no están entre ellas. Mi madre y mi padre me habían educado para ser un caballero, para tener el honor y la decencia de socorrer a una dama en aprietos. Ella estaba en problemas; emocionales pero al fin y al cabo problemas.

Mentiría si dijera que sé que demonios debía hacer. Yo no lidio con mujeres y sus problemas. Eso es extraño, perturbador e inquietante. Una mujer —y mucho más una bruja— puede ser muy peligrosa cuando se encuentra en un desgaste emocional. Yo era testigo de eso. Ya he perdido la cuenta de cuantas veces mi madre, en un momento de furia o incluso de tristeza, había hechizado a mi padre. "Supongo..." murmuré ante sus palabras. Con extrema cautela y delicadeza me acerqué a ella. Dudé unos instantes si era buena idea tocarle el hombro, pero al final me decidí por hacerlo. Lo vuelvo y lo repito, no soy bueno con las emociones y mucho menos las de las mujeres. "Yo... supongo que lo lamento. Lamento que se encuentre en esta penosa situación, mi lady" susurré, antes de voltearla con suavidad.

Sus ojos azules brillaban por los rayos del sol y mentiría una vez más si dijera que en ese momento no me quede sin palabras. La pureza de sus ojos, la palidez de su piel... ella era realmente agradable para la vista. Limpié con mis nudillos —y con suma suavidad— sus mejillas. Su piel era muy suave, más suave de lo que me imaginaba. Ahora no tenía porque preguntarme el qué le veía un mago como Lord Slytherin a la bruja que tenía enfrente a mí. "Disculpe el atrevimiento, Lady Hufflepuff. Tenía harina en sus mejillas" comenté en voz baja, apartándome un poco de ella. "Repetiré nuevamente mis palabras; lamento mucho el que se encuentre en esta situación. Los pactos inquebrantables no son fáciles de romper, sin embargo, supongo que podría estudiar y ver si puedo encontrar alguna forma de liberarla de este problema. Verá, no soy la persona más conversadora de este mundo, mucho menos la más amigable, sin embargo, el dolor de una dama es una de las cosas que jamás he visto con buenos ojos" suspiré, antes de susurrar "Aunque realmente sea un fracaso con esto de consolar" Tragué seco, para luego alejarme dos pasos más de ella y mirar el caldero. "¿De casualidad eso es una tarta de vainilla? pregunté, tratando de cambiar el tema.
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Helga Hufflepuff
Re: Paint my spirit gold -- Helga

Mensaje por Helga Hufflepuff Lun Dic 30, 2013 11:10 pm

—Detesto el invierno. Arruina mis plantas y no me permite comunicarme con ellas— comentó Helga. Salazar no era el único que tenía un raro don. Él podía comunicarse con serpientes, ella, por su parte, tenía una extraña empatía hacia las plantas. Por eso las amaba tanto. —Te agradecería mucho que me mostraras la técnica. Me será de mucha utilidad, e inclusive podría enseñársela a Godric— murmuró.  

Las mejillas de Helga se ruborizaron en cuanto el mago le tocó los hombros. James y ella nunca habían tenido un contacto físico... incluso en ocasiones parecía ser que se evitaban como a la peste. Lord Smith pasaba mucho tiempo en la biblioteca, estudiando y leyendo, y si no era en la biblioteca, era en su aula. Como profesor, Helga lo catalogaba como excelente. Él era sumamente inteligente —aunque en ocasiones un tanto arrogante— y realmente había nacido para enseñar. Pero la relación entre ellos nunca había sido del todo... buena. Ella se había quedado sin aliento cuando él la volteó con tanta suavidad y mucho más cuando él le pedía disculpas por algo que no había hecho. —No es tú culpa, James. No es tú culpa de esta situación. Ninguno de los dos había nacido—

—Gracias— murmuró sorprendida. La joven bruja se había quedado sin palabras cuando él tocó sus mejillas y las limpió con delicadeza, como si ella estuviera hecha de porcelana. Las manos de James eran tersas y finas, además de ser cálidas. Helga imaginaba que él tendría las manos duras y frías, tan frías como sus ojos azules, pero no era de esa manera. Cuando le vio bien a los ojos, ella se percató de que ellos no eran fríos, al menos no en esos momentos. Sus ojos mostraban una calidez que ella jamás había visto en ellos, y le agradaba. Por supuesto, la calidez no era tanta como en los de Godric, pero estaba ahí y ella era incapaz de pasarla por alto. A Helga le agradaban los ojos azules, sin embargo, en los últimos meses estaba teniendo cierta debilidad por los verdes.

Como los de Salazar.

Los ojos verdes de Slytherin eran como dos gemas preciosas; eran misteriosos e inclusive intimidantes, pero ella no podía cansarse de verles. Los ojos verdes eran algo de la familia, aparentaba ser. La sobrina de Salazar tenía los ojos parecidos a su tío, y en la opinión de Helga, eran ojos preciosos. Ella nunca había conocido persona con un par como esos. Pero no eran sólo los ojos los que le llamaban la atención de Salazar, sino la forma de estos, su cabello negro y la forma de su rostro. Slytherin poseía un magnetismo que atraía a Helga como la miel a las abejas.

James, por su parte, era atractivo. Su rostro tenía unos rasgos alemanes muy marcados, y a Helga le agradaba porque le recordaban su casa, su vida antes de ser parte de Hogwarts. La forma de su barbilla era muy varonil, igual que la barba de un día en sus mejillas. Él era atractivo y atrayente, y ella estaba segura de que sería muy feliz con él como su esposo. Ella podría esforzarse y tratar de amarlo, porque él era un gran hombre. Uno que cualquier bruja desearía tener como esposo.

Pero algo dentro de ella le impedía aceptarlo. Quizás era la falta de tiempo, quizás era su corazón tratando de jugarle sucio... pero ella no podía aceptarle. Aún no. No cuando cada vez que cerraba sus ojos veía los de Slytherin. No cuando cada vez que estaba en silencio escuchaba su voz en su mente. No cuando cada vez que aspiraba percibía su aroma a pociones y menta. James no se merecía a una persona como ella. A una bruja que sólo pensaba en otro mago.

Helga mordió el interior de sus mejillas cuando sintió deseos de llorar. "¡No seas tan patética, Helga! ¡No lo seas!" se dijo a sí misma. Se había mordido tan fuerte que sintió el sabor metálico de la sangre descender por su garganta. Respiró hondo y se apartó un poco del mago que estaba frente a ella.

¿Él trataría de buscar una forma de liberarlos del trato? Helga no pudo evitar el cerrar sus ojos y respirar hondo una vez más. ¡Ella no era merecedora de una persona como él! ¡Tampoco de alguien como Salazar! Ellos eran tan... tan importantes... ella no era merecedora de ninguno de los dos. Y no porque ella se considerara una bruja tonta o inferior —ella sabía que era lo suficientemente poderosa como para irse a un duelo con cualquiera de los dos— sino porque ellos eran más racionales que ella. Helga se dejaba llevar demasiado por sus emociones, y por ello siempre terminaba igual.

—No tienes por qué hacerlo, James— Por primera vez no utilizó el título de 'lord' ni su apellido. Prefería hablar de esa forma, porque al menos así podrían entenderse en un plano más... personal. —Y yo no estoy con ningún tipo de dolor emocional, es sólo que he tenido tanto trabajo y cosas que pensar— mintió, evitando mirarle a los ojos. —Una promesa inquebrantable no se puede romper... al menos no si no se quiere morir.— ¿Quien le había dado la absurda idea a su padres? Ella no tenía idea. Desgraciadamente, todos sabían que una promesa de ese tipo es indestructible. La única forma de salirse de ella es mediante la muerte.

Helga se volteó y movió su varita sobre la mesa. Aparecieron dos platos y dos vasos repletos de jugo de naranja. —Supongo que vienes a desayunar... siempre lo haces aquí. No creo que te haya visto más de una vez en el Salón Comedor— comentó, cambiando de tema. Ya tendría tiempo para pensar y lidiar con sus emociones.  

No pudo evitar el reírse en voz baja cuando lo escuchó. No, James no era bueno consolando a nadie. Él no era Godric Gryffindor. Su amigo sabía como levantarle los ánimos y hacerla sentir mejor, sin embargo, el que James —un mago tan reservado como él— lo intentara, era todo un honor. Su esfuerzo era bien agradecido por ella. —Creo que te has esforzado. Aunque a decir verdad, no creo que te hayas enfrentado a brujas en crisis emocionales muy a menudo, ¿verdad?— comentó, tratando de que sus sonrisas iluminaran sus ojos.
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