Lo que pasa cuando te pillan husmeando donde no debes [Priv. Kay Horst]

Gael Gryffindor, dieciséis años. Seis años en Hogwarts. ¿Cuántas veces le habían castigado a lo largo de ese tiempo? Incontables. Osea, claro que era posible contarlo pero se había perdido allá en el tercer curso, cuando su hermano le dio el ultimátum y el joven mago se lo pasó por lugares no mencionables. En cualquier caso, el tema a tratar no era ese, ¿verdad? Rayos, soy olvidadizo a la hora de narrar, es lo que tiene ser un omnipresente d-... digo, es lo que tiene estar en dos sitios a la vez.

El caso es que él, Gael Gryffindor, había sido castigado de nuevo, esta vez en su sexto año en aquella escuela de magia. Y había tenido suerte de que no le obligaran a sentarse en la banca durante un partido de quidditch, pues eso ya habría sido insoportable para el pobre león. ¿La razón de aquello? Lo cierto es que era bastante justa, después de todo, había intentado colarse en la sección prohibida. No había tenido éxito, es obvio, pues con tan solo abrir la puerta, Rowena le había atrapado y mandado a una mesa para que se pusiera a estudiar o hacer los deberes, castigado al menos durante una hora.

La próxima vez tendría más cuidado, pero en esos momentos le preocupaba que la señora Ravenclaw pudiera contarle a su hermano su nueva y efímera excursión.

En cualquier caso, Gael dejó la "mochila" sobre la mesa vacía mientras soltaba un largo suspiro y del saco hechizado que usaba para llevar los libros sacó el libro de Pociones. En esa asignatura iba mal. Realmente mal. Maldito fuera el profesor Slytherin y su odio hacia los Gryffindor. Y todo por culpa de su hermano, maldito fuera Godric también por eso mismo. Se aguantó un nuevo suspiro al notar la mirada de Rowena en la nuca y abrió el libro por la última poción que habían hecho ese día, comenzando a apuntar en un papiro en blanco los efectos que tenía si salía bien y si salía mal.

Y estuvo haciendo eso hasta que, de pronto, alguien golpeó su brazo (accidentalmente, supongo) y le hizo tachar brutalmente aquel papiro que tenía que entregar al profesor Slytherin al día siguiente.

-¡Eh! ¡Mira por donde andas! -Dijo de mala manera, levantándose bruscamente y, por consiguiente, derramó el tarrito de tinta que había junto a sus apuntes, por lo que terminó de estropear lo poco decente que había del papiro.- ¡No! ¡No, no, no, no! -Protestó, recibiendo por fin un montón de malas miradas por armar semejante escándalo en la biblioteca.

«Ay, Gael, en qué líos te metes.»