Desafortunadamente tú |Cassiopeia|

El joven Gryffindor estaba en la lechucería, acariciando el plumaje de su amiga para que se relajara mientras repasaba por última vez las palabras que había escrito en aquella carta. En ella informaba, un poco por encima, a sus padres de los últimos sucesos en la escuela, las notas y cómo andaban sus hermanos, aunque estaba seguro de que no iba a ser el único en enviar el parte, por ello había cuidado en no meterse con nada específico, evitando así cualquier posible error fatal que le costara la confianza de sus padres, ya de por sí casi escasa.
Ató la nota, tras doblarla, a la pata de su compañero, acercándole a un ventanal para dejar que saliera por ahí, despidiéndole con una leve sonrisa en los labios, al pobre animal le quedaba un buen camino hasta el hogar de los Gryffindor. Luego suspiró y se metió las manos en los bolsillos, realmente detestaba el frío y estaba deseando que fuera ya primavera y parasen un poco las lluvias.

Con cuidado de no resbalarse, caminó lentamente hacia la salida de la lechucería, metiendo las manos en los bolsillos con cierto aire distraído. Todo estaba tranquilo, incluso silencioso si no fuera por algún que otro sonido que hacían los animales de su interior, que parecían algo aburridos y puede que hasta interesados en su presencia. Justo iba a salir por la puerta cuando frenó en seco y retrocedió un paso por puros reflejos, evitando chocar con la persona que parecía a punto de entrar. Rayos, aquello estaba muy mal pensado a la hora de entrar o salir, no se veía nada.

-Perdón. -Se disculpó quedamente, sonriendo levemente a la otra persona a la espera también de una disculpa o algo por su parte.

El sol comenzaba a ocultarse, pintando el cielo en tonos naranja y rojo. Cassiopeia caminaba velozmente por los terrenos del colegio utilizando un pesado y hermoso vestido color esmeralda y enfundada en una capa negra, con la esperanza de pasar inadvertida en caso de que algún curioso, en especial sus hermanos, decidiera asomarse por alguna de las ventanas del castillo justo en aquel momento.

No era estúpida y sabía que si quería negociar un buen compromiso en un futuro cercano con alguien que le beneficiara, debía cuidar su reputación, sin embargo no era ninguna santa y no podía evitar divertirse a su manera de vez en cuando. Llevaba oculta en la capa un pergamino enrollado y sellado, sin embargo tuvo el cuidado de no utilizar el sello familiar, utilizando el sello de una hermosa rosa en su lugar y, por supuesto, la carta no iba firmada con su nombre.

El destinatario de la carta era un mago a quien había conocido el verano anterior, un galante francés que estudiaba en la Academia Beauxbatons quien disfrutaba escribiendo a la Slytherin cartas comprometedoras que harían sonrojar incluso a una mujer adulta.

Al llegar al pie de la escalera recogió con ambas manos su vestido para facilitar el acenso, estaba a punto de atravesar el umbral de la puerta, hundida en sus pensamientos, cuando se vio sobresaltada por un chico. No tuvo que mirarlo dos veces para saber de quién se trataba, si bien no era de su año su rostro era idéntico al de su célebre hermano mayor.

Una mueca de exasperación se dibujó en el rostro de la castaña al escuchar la patética disculpa del Gryffindor. - Fíjate por dónde caminas. ¿No se supone acaso que los leones deben ser ágiles, incluso siendo un gatito como tú? - dijo con un tono de voz frío y burlón mientras pasaba a su lado. Llamó a una lechuza del colegio y comenzó a atarle la carta a una pata.

Bueno, puede que hubiera pedido demasiado al esperar una disculpa, pero ¡por todos los dioses africanos! ¿¡A qué venía esa burla tan gratuita!? El moreno se quedó perplejo durante ese largo instante en el que tardó en reaccionar, digiriendo las palabras de la Slytherin con lentitud, rumiándolas lentamente sin especial ilusión por ello. Aquel... ¿insulto?, no, sencillamente parecía buscar picarle un poco... esperaba que tan solo quisiera picarle un poco.

Frunció ligeramente el ceño, acabando por negar por la cabeza. Tenía dos opciones: ignorar a la Slytherin, porque sí, la había reconocido aunque su familia le resultara lo menos importante o interesante de ella, o dos, responder ingeniosamente a la burla de la mujer. En realidad eso de ingeniosamente sería relativo, porque estaba seguro de que los malditos mocos de lengua de serpiente podían contrarrestar sus burlas todo lo que quisieran, pero al menos no se habría quedado callado y dejado pasar el momento.

Respiró hondo y compuso la mejor de sus sonrisas.

-Supongo que al ser un gatito como yo, todavía en crecimiento, mis habilidades no se han visto totalmente desarrolladas y por ello he sido... torpe a la hora de reaccionar, pero no se preocupe, señorita, la próxima vez que nos crucemos no habrá dicho problema. -Le susurró en respuesta, mirando a la joven mientras trabajaba en atar la carta a la pata del ave.

Regresó su mirada al frente y retomó su camino hacia las escaleras para bajar de la lechucería, deseando con todo su corazón que la otra no le respondiera con nada especialmente ingenioso o seguramente se vería en algún apuro no muy conveniente.

La castaña terminó de atar la carta a la pata de la lechuza mientras escuchaba la dulce respuesta del joven león y tras acariciar el pico del ave, la dejó emprender el vuelo. Respiró profundamente, todo aquel asunto la tenía a la defensiva, especialmente porque Artemisa había comenzado a sospechar que Cassi traía algo entre manos. No por ello podía dejar que su afilada lengua atacara a todo el que se cruzaba en su camino, no era así como se mantenía su reputación en el colegio. Si bien su mente respondía inmediatamente de esa forma, debía moderarse.

Tras hacer una breve mueca de enfado, su cara se transformó en la más adorable y arrepentida sonrisa. - Discúlpame - dijo mientras se giraba hacia el Gryffindor, que ya se dirigía a las escaleras. Cassiopeia podía pedir disculpas si lo necesitaba, pero nunca, nunca perdón. Definitivamente el chico era aún joven, pero llevar una mala relación con el hermano menor de un fundador no le resultaba útil.