All night long. - Dorothea.

Una noche oscura, llamas, cenizas, gritos, maullidos, fuego. Su visión no era perfecta pero sabía exactamente donde se encontraba. Habían pasado tres años ya desde aquel momento, tres años de terribles e indeseables pesadillas con aquel momento que sabía que jamás olvidaría, ¿cómo hacerlo?. Athlas, de un golpe, alzó su cuerpo, sintiendo una fría sudor en la frente, su corazón a mil y la respiración entrecortada. Se colocó las manos en la cara y volvió a recostar la cabeza en la almohada. De nuevo, como muchas noches, el profesor Abernathy tenía que lidiar con sufrir una pesadilla de algo que había ocurrido años atras: la muerte de su esposa. Se levantó de la cama y empezó a vestirse, sabía que ya no volvería a dormirse.

Una vez vestido, decidió salir de su alcoba, se "ahogaba" en esa habitación. Con un paso tranquilo, recorrió pasillos y pasillos. Con las manos en su espalda, caminaba el adulto manteniendo la mirada en el suelo mientras sus pies lo conducian a quien sabe donde.

Athlas se sentó en la repisa de piedra del patio interior del colegio. Con las manos entre las piernas, sujetando su varita, el mago miraba el suelo, y a veces, aun el oscuro cielo, pensando, como cada noche, en lo mismo. No se artaba de los mismos reproches, los mismos sentimientos que, día a día, lo consumian. -Habría podido ayudarla... - se reprochó a sí mismo el profesor, culpándose por la impotencía de no haber podido hacer nada por la muerte de su esposa, mientras derramaba, sin poder evitarlo, algunas lagrimas silenciosas.

Aun quedaban algunas largas horas para el amanecer y entonces, el inicio de las clases y, a pesar de haber dormido pocas horas, Athlas no tenía nada de sueño, se había desvelado por completo, ahora solo podía esperar y martirizarse.

El viejo muchacho seguía en su mundo, olvidándose por completo de lo que ocurría a su alrededor, cosa que no era mucho. El profesor seguía centrado en su pasado, su atormentado pasado que le pesaba y pesaba dentro, como si mil agujas lo atravesaran constantemente; seguía con la culpa, se sentía culpable por no haber intentado, al menos, salvarla a ella y al bebe. - ¿No hay un psicólogo en Hogwarts? Tal vez deberías bucar uno, Athlas. - se dijo el castaño a si mismo y colocó su rostro en las manos, desesperado, arto de ese sentimiento, arto de ser acechado por el pasado día y noche. - Aunque un psicólogo no te devolverá tu valentía... - volvió de nuevo con el autodio.

Alguien interrumpió sus pensamientos, al sentir un leve golpe en la espalda, haciéndole fruncir el ceño y, al oir como ese alguien le pedía disculpas, o eso entendía, se limpió rápidamente la cara con las manos y las lágrimas que había en ella. Inspiró profundamente rápido para intentar ocultar cualquier guella de su llanto. Se dispuso a mirar a la quien vió que era una de sus alumnas. - No se preocupe... -. Frunció levemente el ceño al pensar que la joven chica no debería estar a esas horas, aunque claro, él también estaba, aunque podría decir que hacía turno de vigilancia. - Menuda vigilancia... - se dijo a el mismo, ya que si estubiera haciendo vigilancia no sería una muy buena pues estaba sentado. - Quiero decir... ¿no debería estar durmiendo, señorita? -

Movió un poco la cabeza intentando buscar mejor luz para poder ver mejor la cara de su alumna, que por un instante, le había recordado a su difunta esposa.

"No pienses en eso, no pienses en ella." se dijo a si mismo al encontrar semejanza entre la alumna que tenía delante y su mujer. Según decía la rubia, no podía dormir, ¿cómo culparla si a él le pasaba lo mismo? Por supuesto que no estaba en su moral obligarla a irse o tratarla como una niña, aunque tuviera que atenerse a las posibles consecuencias con sus jefes, los fundadores; no, él no era así, esa alumna debía tener unos quince años, como mínimo y para él, eso no era una niña, una adolescente, casi adulta, según el bien sabía, en muchos países, a esa edad, muchas ya tenían una familia, ¿porqué tratarla como una niña si no lo era?.  

Dio dos palmas a su lado para darle a entender que se podía sentar a su lado, y no solo era para hacerle un favor a ella, sabia que tambien se lo haria a él, ya que asi podría estar entretenido, hablar con alguien y no pensar en el monótono tema que le rumiaba por la cabeza y como eso mismo pensaba el profesor en aquel momento, no pudo evitar volver a mirar a la chica detenidamente, apreciando sus características físicas y notarlas tan similares a las de su esposa, ¿pero a quien queria engañar engañaba? Muchas veces no se podia acordar exactamente de ella, cosa que lo martirizaba y destrozaba por dentro, ¿pero que podia hacer? Cada dia, sin ella, se hacian mas largos.

- Hay algún motivo en especial por el cual no podia dormir, señorita? - preguntó el profesor, intentando sacar claquier tema de conversacion con la rubia próxima a él.