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toujours pur < cygnus.

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Artermisa B. Black1
toujours pur < cygnus.

Mensaje por Artermisa B. Black1 Miér Dic 11, 2013 1:57 pm

sábado por la mañana < lechucería < cygnus black.


Los fines de semana el castillo rezumaba una actividad incluso superior a la que había de lunes a viernes, y a última hora de ese mismo día ya empezaba a  notarse el cambio de ambiente. Los alumnos buscaban ansiosos la llegada del fin de semana, sin caer en que era exactamente igual que el resto de días. Al menos si tenías que pasarlo entre los muros de Hogwarts. Pero aquellos que llevaban más tiempo en el colegio sabían -a la fuerza, pero lo sabían- como matar el tiempo y hacer de los fines de semana algo bueno. O menos malo, según como se mire. Y entre aquellos alumnos estaba Artermisa Black, la menor de los trillizos de la familia.

Ataviada con un vestido oscuro y con los hombros y testa cubiertos por una larga capa negra con capucha, Artermisa se había saltado el desayuno y había cruzado la gran puerta de madera hacia los terrenos del colegio. Aquella era una mañana especialmente fría, y la niebla le daba a la escena un tinte gótico que sobra decir, hizo las delicias de la Black, quién con paso raudo se dirigía a la lechucería. En un pequeño saquito en el interior de la capa, una pequeña carta esperaba ser enviada. ¿A quién? Bueno, eso solo atañía a la muchacha.

No tardó mucho en llegar hasta la gran torre donde ya desde abajo se oía el revoloteo de las lechuzas. Artermisa se cogió el vestido e inició el ascenso por las escaleras. Por suerte estaba en forma, y no se imaginaba como diantres alguien entrado en carnes podría subir aquellos empinados escalones. Una vez llegó a la cima, soltó e vestido y se quitó la capucha a la par que empujaba la ya vieja puerta. El revuelo de las lechuzas se calmó, casi de una forma extraña. Los ojos castaños de la mujer observaron a las aves, justo hasta dar con su lechuza. —Hades.—siseó, estirando el brazo en el que la lechuza parda no tardó en posarse. Ambas, ave y fémina, ladearon la cabeza mirándose y Artermisa alargó la mano para acariciarle el plumaje. —Rápido.—murmuró después de haberle atado el mensaje a la pata, alzando el brazo una vez hubo llegado hasta la ventana.  Confiaba en aquella lechuza, al fin y al cabo no le había fallado nunca. La Black se quedó mirando como volaba y se perdía en el horizonte. Como le gustaría poder volar. Ah.   
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Cygnus Black-Scamander.
Re: toujours pur < cygnus.

Mensaje por Cygnus Black-Scamander. Jue Dic 12, 2013 10:59 am

Una de las cosas que más le molestaba a Cygnus, estando en el Colegio, eran los fines de semana. Aburridos y ridículamente largos fines de semana…” solía decirse a sí mismo. Aun cuando eran sólo dos días, para el heredero de los Black, esos dos días eran casi eternos. Para su mala suerte, las horas pasaban con extremada lentitud y la emoción de los alumnos de Primer Año por tener algo de tiempo libre —luego de muchas tareas— le repugnaba.

Con simpleza y elegancia, firmó la carta que le enviaba a su padre informándole como estaba todo. Era costumbre —desde que había iniciado sus estudios en el Colegio— enviarle una carta al final de la semana notificándole todos los por menores. Para su alivio e incluso sorpresa, la semana había pasado tranquila, sin problema alguno. Sus hermanas no habían tenido problemas, él se había sacado un 10 en Encantamientos, y le había hecho la vida imposible a un sangre sucia de Hufflepuff que había sido amigo de los traidores que vendieron a los tres estudiantes de Slytherin.

Sí, todo estaba perfectamente bien.

Cerró el sobre y utilizó la cera de una vela para sellarla con su sortija. Una B se marcó en la pasta caliente; Cygnus sopló la cera hasta que esta se endureció y luego de que estuviera seguro de que había guardado su pluma en su baúl, tomó su abrigo negro y salió de la habitación de chicos de Séptimo Año de Slytherin.

En su camino por los pasillos se encontró con dos sangre sucias —quienes jamás sabrían que los había golpeado— con un Gryffindor y con la chica Malfoy con la que estaba comprometido. Daenerys no lo soportaba, se le veía en los ojos su odio hacia él, y si le preguntaban, a Cygnus le importaba un rábano. Le daba igual si ella le odiaba o no… no era como si él estuviera loco por ella o algo por el estilo. Ni siquiera sabía que le gustaba a la chica y tampoco le importaba. A Cygnus le pareció que su matrimonio con la chica iba a ser un total infierno para ambos; ella lo trataría con irritación y él fingiría que ella no existía. Sonrió como el gran bastardo que era y ella, creyendo que él estaba burlándose de ella, le viró la cara.

Con paso rápido, el joven Black cruzó los jardines cubiertos por nieve y neblina. Parecía sacado de uno de esos cuentos de horror que su padre solía contarle cuando se portaba mal. Cerró su abrigo y maldijo entre dientes el crudo invierno escoses. Sino fuera porque tendría que casarse con la Malfoy tan pronto se graduara, Cygnus estaría muy alegre de que ese fuera su último año en el colegio. Por el momento, el joven rogaba a todos los dioses, espíritus y todo lo que estuviera allá afuera que hiciera que el tiempo se volviera muy largo para así evitar lo que era inevitable.

Subió los peldaños de la lechucería sin esfuerzo alguno. Estaba acostumbrado a venir al menos una vez a la semana, así que podría hacerlo incluso con los ojos cerrados. En cuanto entró a la lechucería se encontró a su hermana. Frunció el ceño, antes de comenzar con una de sus sonrisas maliciosas —Sino fuera porque el ambiente te sienta bien, diría que eres la última persona que me imaginaría en estos lares— Con un gesto galante, besó las dos mejillas de su hermana, antes de silbarle a su lechuza, Pour —Ven aquí, amiga…— susurró, estirando su brazo para que su lechuza negra se detuviera sobre ella. —Sabes a donde— amarró la carta en la pata de la lechuza y con delicadeza, frotó su cabeza, antes de dejarla marcharse. Llevó sus manos a sus bolsillos y arqueó una de sus cejas. —¿Y podría saber porque estas por aquí? O mejor… ¿a quién le has escrito?— Velar los intereses de la familia, ese era su obligación como heredero. Y entre esos intereses, estaban sus dos más grandes joyas, Artermisa y Cassiopeia, sus queridas hermanas.

Cygnus conocía muy bien a sus hermanas, así que sabía que ninguna de ellas sería capaz de enredarse con un don nadie. Sin embargo, ellas eran mujeres y su actitud machista le decía que eran inocentes e ilusas, como todas. Cualquier idiota con buen uso de la palabra podía corromperlas y dañar la imagen de la familia. El sólo imaginar que alguna de ellas fuera a liarse con un sangre sucia le provocaba nauseas. —Espero que no haya sido a un hombre…— comentó con una sonrisa divertida, sin embargo, su tono era uno de advertencia. Todo aquel que lo conociera lo sabría de inmediato.
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